La primera vez que las pruebes no notarás ninguna reacción adversa (a
no ser que hayas estado expuesto previamente sin saberlo, por ejemplo,
si tu madre las comió cuando te llevaba en su vientre, o mientras te
daba el pecho). Pero eso no significa que el alimento en cuestión pase a
través de tu sistema digestivo sin pena ni gloria. Lo que ocurre esa
primera vez, es lo que se conoce como
: tu organismo reconoce algún compuesto de ese alimento como una sustancia extraña (recuerda que eso recibe el nombre de
específica para tratar de hacerle frente. Esas inmunoglobulinas E (IgE)
que ha producido tu organismo se fijan a la superficie de dos tipos de
células que forman parte del sistema inmunitario:
(presentes en el torrente sanguíneo).
Si se ha producido esa sensibilización que acabamos de mencionar, la
próxima vez que comas nueces será cuando se desencadene una
:
en esa segunda exposición al alérgeno (y en las posteriores), éste se
une a la IgE específica que se encuentra en la superficie de los
mastocitos y los basófilos. Esa unión provoca la
de esas células, lo que significa que liberan algunos compuestos que se encuentran en su interior, como por ejemplo
Dichos
compuestos provocan diversas manifestaciones clínicas, como la
dilatación de los vasos sanguíneos, la contracción de la musculatura
lisa y, en definitiva, los síntomas de la alergia, que pueden ser
respiratorios,
n el siguiente vídeo podrás comprender mucho mejor todo esto que acabamos de explicar.
Las alergias no mediadas por IgE son reacciones adversas en las que están implicados
pertenecientes a otra clase de inmunoglobulinas [por ejemplo IgG], la presencia de
). Este tipo de alergias afecta principalmente a la
y, a diferencia de lo que sucede en las mediadas por IgE, los síntomas
suelen aparecer mucho tiempo después de la ingestión del alimento. Esto,
sumado a la falta de medidas de diagnóstico sencillas y accesibles,
hace que en muchos casos el problema sea subestimado y que no se llegue a
conocer su verdadera causa.
gastroenteropatías inducidas por
proteínas de la dieta (la más conocida es la enteropatía a proteína de
leche de vaca, a la que antes se llamaba “intolerancia”).
Intolerancia a los alimentos
Como ya hemos repetido varias veces, en una intolerancia a alimentos no
participa el sistema inmunitario, sino que intervienen otros mecanismos.
Normalmente se trata de un defecto enzimático, o bien, del efecto de
sustancias farmacológicas vaso activas, aunque también existen otras
intolerancias de las que
aún no se conocen con detalle los mecanismos que intervienen. En definitiva, las intolerancias alimentarias se clasifican en tres grupos:
1. Intolerancia enzimática
Como acabamos de decir, la persona que tiene este tipo de intolerancia
sufre reacciones adversas tras consumir determinados alimentos debido a
defectos enzimáticos del tracto gastrointestinal. El ejemplo más
representativo, por ser también el más popular, es la intolerancia a la
lactosa que,
como sabes, es el azúcar de la leche; concretamente un disacárido
formado por dos monosacáridos: glucosa y galactosa. Ya hablamos
sobre ello en este blog,
pero no está de más recordar brevemente en qué consiste. En el
organismo de una persona normal, la lactosa es digerida sin problemas
gracias a una enzima
llamada
beta-galactosidasa que
facilita la hidrólisis (la ruptura) de ese azúcar en los dos
monosacáridos que lo componen, que son posteriormente absorbidos en el
intestino delgado. Sin embargo, el organismo de una persona con
intolerancia a la lactosa no produce esa enzima (o su funcionamiento es
deficiente), por lo que la hidrólisis de lactosa no se completa. Como
consecuencia de ello, este disacárido continúa su camino por el tracto
gastrointestinal hasta que llega al intestino grueso, donde es
fermentado por las bacterias de la flora intestinal para dar como
resultado
agua,
dióxido de carbono e
hidrógeno, causando diversas molestias como como gases, dolor abdominal y diarrea.
Aunque la intolerancia a la lactosa es la más conocida de todas, no es
la única, ni tampoco la más común. La intolerancia más habitual
relacionada con defectos enzimáticos es el
favismo, que se debe al defecto de una enzima llamada
glucosa-6-fosfato-deshidrogenasa y
que impide a la persona afectada digerir algunos alimentos como las
habas (de ahí su nombre). Otras intolerancias de este tipo son la
galactosemia (que impide hidrolizar la galactosa, uno de los dos monosacáridos que componen la lactosa de la leche), la
intolerancia al alcohol (debida a la deficiencia de aldehido-deshidrogenasa) o la
fenilcetonuria (incapacidad de metabolizar el aminoácido tirosina a partir de fenilalanina).
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En el etiquetado
de algunos alimentos deben incluirse advertencias como la que puedes
leer en la imagen para prevenir a personas con fenilcetonuria y
embarazadas. Esta, que pertenece a un chicle sin azúcar se justifica por
la presencia de aspartamo, edulcorante formado por ácido aspártico y
fenilalanina. Chicle Trident Fresh sabor menta sin azúcar, Cadbury
España, S.L. |
2. Intolerancia farmacológica
Este tipo de intolerancia está causada por ciertos compuestos que están
presentes en alimentos y que manifiestan actividad farmacológica, como
por ejemplo la
cafeína y la
teobromina, que pueden
ocasionar alteraciones del ritmo cardiaco, temblores o migraña a
determinados individuos, incluso cuando se ingieren en dosis moderadas.
Otras sustancias con actividad farmacológica presentes en algunos
alimentos que pueden provocar reacciones exageradas en personas
sensibles son la
capsaicina (responsable del picante de las guindillas, entre otros) el
etanol o las
las aminas vasoactivas, como dopamina, histamina, serotonina, etc. ¿Recuerdas lo que es la histamina?
Hemos hablado de ella unas líneas más arriba porque es un compuesto
responsable en gran parte de los síntomas de las alergias. Pues bien,
esa amina, además de ser sintetizada por nuestro propio organismo,
también está presente en algunos alimentos en elevadas concentraciones,
como quesos, algunas bebidas alcohólicas y otros alimentos fermentados.
Lo normal es que cuando se consumen estos y otros alimentos con
histamina, ésta sea inactivada rápidamente en nuestro tracto
gastrointestinal por una enzima llamada diaminoxidasa (DAO). Sin
embargo hay personas que tienen déficit de esta enzima y que, al no
poder inactivar la histamina, sufren síntomas parecidos a los de una
alergia, como urticaria, dolor abdominal, vómitos, diarrea, dolor de
cabeza, taquicardia, vasodilatación, hipotensión, etc.
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La histamina también está implicada en algunas reacciones tóxicas provocadas por alimentos, es decir, reacciones que pueden afectar a cualquier persona y que no debes confundir con una alergia ni con una intolerancia alimentaria.
Un ejemplo de ello es la escombroidosis, causada por la ingestión de
ciertos pescados en mal estado que debe su nombre a que las especies
comúnmente implicadas pertenecen a la familia Scombridae (escómbridos),
como el atún y el bonito. (Fuente) |
3. Intolerancia indeterminada
En este grupo se incluyen las intolerancias a alimentos derivadas de
mecanismos no identificados, como la reacción adversa a algunos aditivos
alimentarios. Los aditivos utilizados en la producción alimentaria son
seguros a las dosis a las que se emplean, pero en personas con
predisposición pueden mostrar reacciones adversas que se manifiestan con
diversos síntomas como asma, rinitis, urticaria y migrañas. Los
aditivos que están relacionados con este tipo de reacciones adversas en
personas sensibles son: sulfitos, nitratos, nitritos, glutamato
monosódico y algunos colorantes como la tartrazina.
Confusiones
Como ves, las diferencias entre alergia e intolerancia son claras. Pero eso sólo en la teoría. En la práctica es frecuente confundir los diferentes tipos de reacciones adversas a alimentos (alergias e intolerancias) por varios motivos, entre los que se encuentran el desconocimiento, la falta de información rigurosa (ya vimos un ejemplo al comienzo de este artículo), la dificultad a la hora de emitir un diagnóstico acertado por
parte del alergólogo (debido a diversos motivos, como una
sintomatología compleja y la ausencia en algunos casos de pruebas
diagnósticas eficientes y específicas) o incluso la ausencia de dicho
diagnóstico (por no acudir al médico). Una de las cuestiones que a menudo llevan a confusión es que un mismo alimento puede estar implicado en diferentes reacciones adversas. El ejemplo más claro de ello es la leche, que en su composición contiene
lactosa, implicada en
reacciones de intolerancia en algunas personas, y diferentes
proteínas que pueden causar
reacciones alérgicas, tanto
mediadas por IgE como
no mediadas por IgE, dependiendo de la proteína y de la persona. Para complicar un poco más la cosa, debes saber que
algunas de estas proteínas difieren entre especies,
lo que explica que algunas personas sean alérgicas por ejemplo a la
leche de oveja pero no a la leche materna. Y ya para acabar de rizar el
rizo, algunas proteínas (como la alfa-lactoalbúmina de la leche de vaca)
al desnaturalizarse por calor se descomponen en secuencias aisladas
incapaces de generar una respuesta inmune, por lo que las personas
sensibles a la misma podrían tomar leche pasteurizada o esterilizada,
pero no leche recién ordeñada.
Este tipo de confusiones no son exclusivas de la leche, ya que en otros alimentos ocurre algo parecido. Por ejemplo, el trigo también puede estar implicado en los tres tipos de reacciones adversas, que se manifiestan en forma de enfermedad celiaca, sensibilidad al gluten no celiaca y alergia al gluten.
Prevalencia
Algunas cuestiones que acabamos
de comentar, como la dificultad a la hora de emitir un diagnóstico,
suponen un obstáculo a la hora de conocer cuántas personas sufren
realmente los diferentes tipos de reacciones adversas a alimentos.
Existe la idea cada vez más extendida de que en los últimos años han
aumentado los casos. Pero ¿es esto cierto? Datos de numerosos estudios sugieren un aumento de la prevalencia de alergias alimentarias y, de hecho, el expresidente de la
Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) se refirió hace unos meses a las alergias como
"la epidemia del siglo XXI".
Sin embargo los datos existentes no son concretos y no permiten hacer
cálculos precisos. Esto es debido, entre otras razones, a la falta de
uniformidad de los métodos diagnósticos, a la rápida evolución de la
patología, a la confusión respecto a otras reacciones adversas a los
alimentos que lleva a errores en la clasificación y a la participación
sesgada (es frecuente por ejemplo contabilizar los diagnósticos de la
gente que acude al médico, pero no los casos que existen entre la
población general). En la actualidad
se estima que entre un 1 y un 3% de los adultos y entre un 4 y un 8% de los niños (dependiendo de la edad) presenta alguna alergia alimentaria. Eso en lo que respecta a la
población mundial, pero hay que tener en cuenta que la prevalencia
varía dependiendo de muchos factores, como la edad, la zona geográfica, los hábitos alimentarios, e incluso la etnia. En
España no
disponemos aún de datos actuales de prevalencia en la población
general, pero la alergia a los alimentos parece estar creciendo, ya que
se ha duplicado el número de diagnósticos
en poco más de una década, pasando de una prevalencia de 3,6% en 1992
al 7,4% en 2005, de acuerdo a los resultados de los estudios
epidemiológicos
Alergológica realizados por la
Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). Aunque la alergia a los alimentos en los niños es más alta que en adultos,
en la mayoría de los casos se trata de una situación transitoria,
que se ve superada a medida que el niño crece (debido probablemente a
la maduración de la mucosa intestinal y del sistema inmunitario). A los 5
años, cerca del 80% de los niños alérgicos a la leche y más del 50% de
los alérgicos al huevo han superado su alergia. Los alimentos que más
problemas de alergias presentan entre los
niños de cero a dos años son la
leche, el
huevo (especialmente las proteínas de la clara) y el
pescado, mientras que en los
adultos son los
frutos secos, la
fruta y el
marisco.
¿Y qué hay de las consecuencias? Obviamente debemos detenernos en los casos de
anafilaxia,
que es la consecuencia más grave al poner en riesgo la vida de la
persona afectada y que, como ya hemos mencionado, puede manifestarse a
partir de una alergia mediada por IgE.
En España 113 personas sufren al año una anafilaxia por cada 100.000 habitantes,
motivo por el cual acude a urgencias una de cada 1000 personas y se
produce 1,5 de cada 5000 ingresos hospitalarios. Entre un 22,6 y un
24,1% de esos casos de anafilaxia es debida a alimentos (el resto se
debe a medicamentos, picaduras de insectos y otras causas).
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En España, entre un 22,6 y un 24,1% de los casos de anafilaxia es debida a alimentos (Fuente) |
Si hablamos de
intolerancias a los alimentos, los datos son muy heterogéneos. Por ejemplo,
como ya vimos en este blog, la
intolerancia a la lactosa viene determinada en gran medida por la
etnia,
de manera que podemos encontrar por ejemplo un 1% de intolerantes a
este disacárido en Suecia, frente a un 98% en Tailandia. En
España se estima que un
15% de la población es intolerante a la lactosa.
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Mapa de frecuencia mundial de intolerancia a la lactosa. (Fuente) |
Causas
No se conocen claramente los elementos que pueden favorecer la aparición
de reacciones alérgicas no mediadas por IgE, pero sí se ha observado
que determinados factores pueden influir en la aparición de
alergias mediadas por IgE. Una cuestión fundamental es el
desarrollo del sistema inmunitario y del tracto digestivo durante los primeros meses de vida.
Cuando nacemos éstos aún son inmaduros y se van desarrollando a medida
que crecemos. Mientras nos alimentamos de leche materna no suele haber
ningún problema, pero una vez que comenzamos a comer otras cosas la cosa
se complica. Las sustancias que llegan a nuestro intestino, en
principio, son extrañas para nuestro organismo (de hecho, todos los
alimentos son potencialmente alergénicos), pero el sistema inmunitario
va "tomando muestras" de las mismas y así va "aprendiendo cómo es el
mundo que le rodea" y madurando. En definitiva, todo parece indicar que
los primeros contactos con un alimento son cruciales en el
condicionamiento de una alergia alimentaria, así que es primordial
respetar el calendario de alimentación que
marca la introducción de diferentes alimentos en la dieta a medida que
el niño crece. Eso, entre otras cosas, explica que no se deban dar
ciertos alimentos a los bebés, como por ejemplo leche de vaca, huevo o
marisco.
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Vellosidades intestinales (Fuente) |
En el bebé lactante es frecuente la aparición de síntomas después de un
aparente primer contacto con el alimento. Pero ya sabemos que para ello
debe haber estado antes en contacto con el alérgeno (
sensibilización),
lo que se explica, como ya mencionamos anteriormente, por la existencia
de contactos a través de la placenta o de la leche materna. También
puede ocurrir que en los primeros contactos del bebé con alimentos que
muchos consideran adecuados para su edad (por ejemplo, pan, galletas,
etc.) se expongan a estos alérgenos por formar parte de los ingredientes
o bien por estar de forma fortuita en cantidades ínfimas (
trazas).
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Los bebés alimentados exclusivamente con leche materna parecen tener menos alergias. (Fuente) |
Otra cuestión muy importante a considerar es la
lactancia materna, ya
que
los bebés alimentados exclusivamente con leche materna durante al menos
los primeros cuatro meses de vida parecen tener menos alergias. Una de
las razones que explican esto es que en el sistema inmunitario poco
desarrollado de un recién nacido juega un papel muy importante la
inmunoglobulina A (IgA), un anticuerpo que además ayuda al desarrollo de
la mucosa intestinal. Pero los neonatos producen muy poca cantidad de
esta inmunoglobulina (o incluso no la producen). Así, existen motivos
para pensar que el riesgo de sufrir alergia a los alimentos es mayor
cuando el desarrollo de las células productoras de IgA se retrasa o
cuando el desarrollo de la barrera intestinal dependiente de IgA es
insuficiente. ¿Y cuál es la principal fuente de IgA? Pues como habrás
adivinado, es la
leche materna, que además aporta al lactante otros elementos beneficiosos como células inmunitarias y citoquinas.
Otros factores que debes considerar son los siguientes:
- La capacidad alergénica propia de cada alimento. Al parecer
algunos alimentos son más alergénicos que otros por sus características:
contenido proteico, peso molecular de las proteínas, presencia de
inhibidores de proteasas, etc.
- La frecuencia de consumo. Los hábitos alimentarios de la
población determinan la prevalencia de las alergias. Por ejemplo, la
leche de vaca es el alérgeno alimentario más frecuente en los lactantes
debido a que es el alimento de mayor consumo en este grupo de edad.
También influyen otros factores, como la zona geográfica; por ejemplo,
en Estados Unidos destaca la alergia al cacahuete debido a la
popularidad de este fruto seco, mientras que en los países escandinavos
la alergia al pescado es la más frecuente.
- La alergenicidad cruzada. En personas alérgicas a pólenes es frecuente la sensibilización a alimentos vegetales (principalmente frutas y hortalizas)
- La alta capacidad de respuesta IgE. Algunas personas con alta
incidencia de antecedentes alérgicos familiares, presentan valores
elevados de IgE sérica y sensibilizaciones múltiples a diversos
alérgenos. Esto es lo que se conoce como "atopía". Los individuos
atópicos son más propensos a desarrollar alergias, no sólo a alimentos,
sino también a otras sustancias, como polen, lana o ácaros.
Diagnóstico
Si sospechas que padeces una alergia o una intolerancia a determinados alimentos, es importante que acudas al médico ya que, además
de las posibles molestias de carácter más o menos leve que pueden
provocar (urticaria, dolores abdominales), pueden derivarse otros
problemas más graves, como malnutrición (retrasos del desarrollo,
anemia, osteopenia, etc.) e incluso la muerte (por ejemplo anafilaxia o
complicaciones con otros problemas de salud que suelen estar asociados
como asma).
Lo que se hace para poder diagnosticar este tipo de reacciones adversas a alimentos es lo siguiente:
1. Diagnóstico de sospecha
Lo primero que se hace es acudir a la historia clínica
del paciente para conocer todos los detalles relacionados con la
posible reacción adversa: antecedentes familiares y personales de
alergia o intolerancia, naturaleza y gravedad de los síntomas, edad de
comienzo, factores que precipitan la reacción adversa, relación temporal
entre la ingestión y la aparición de los síntomas, curva de peso y
talla, etc.
2. Diagnóstico patogénico
Si se sospecha de una alergia a los alimentos, las pruebas de diagnóstico con utilidad demostrada para su estudio son estas dos:
- Pruebas cutáneas. Seguro
que has oído hablar de este tipo de pruebas. Como puedes ver en la
imagen siguiente, consiste en poner una gota del alérgeno purificado en
forma líquida sobre la piel de la persona que sospecha que tiene una
alergia y pinchar el área con un pequeño aparato de plástico o inyectar
una pequeña cantidad del alérgeno bajo la piel. Si al cabo de unos 15
minutos se observa una reacción adversa (enrojecimiento, eritema, etc.),
la prueba se considera positiva, es decir, el sujeto es alérgico a esa
sustancia.
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No es una chuleta para la Selectividad, sino un test de alergia. (Fuente) |
- Pruebas de determinación de IgE específica. Consisten
en realizar un análisis de la sangre de la persona que sospecha que
padece una alergia para cuantificar los niveles de IgE sérica específica
contra un determinado alérgeno.
Si se sospecha de una intolerancia alimentaria las pruebas diagnósticas con evidencia clínica son técnicas por imagen (incluyendo la endoscopia), pruebas histológicas (frecuentemente del epitelio intestinal), evaluación de heces y/o del aire expirado (para
determinar la presencia de hidrógeno, fruto de un componente no
digerido y degradado por la flora bacteriana, como ocurre en el caso de
la intolerancia a la lactosa), análisis de sangre (se realizan
pruebas concretas para determinadas intolerancias; por ejemplo la prueba
del talón que sirve para diagnosticar fenilcetonuria en recién nacidos,
o sobrecarga de lactosa para el diagnóstico de la intolerancia a este
disacárido) y análisis genéticos específicos (por ejemplo para conocer la predisposición a desarrollar una intolerancia a la lactosa).
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Una prueba para conocer una intolerancia alimentaria, que se hace además de forma rutinaria, es la prueba del talón que se realiza a los recién nacidos para conocer si padecen fenilcetonuria. (Fuente) |
Debes tener presente que, en el caso concreto de las intolerancias no
existe una única prueba que determine la supuesta tolerancia o
intolerancia de una persona a múltiples alimentos o componentes de los
alimentos. Como advierte Juan Revenga en su blog ('El nutricionista de la general'),
si en algún momento te proponen la realización de cualquier otra prueba
diagnóstica que no encaje en estos patrones (por ejemplo un análisis
genético o de sangre para conocer la intolerancia a 40 alimentos), lo
más probable es que te estén planteando un sistema ineficaz o inseguro
(o las dos cosas) y, por tanto, se esté abusando de tu credulidad
mientras se juega con tu salud y tu dinero. En los últimos años los anuncios que publicitan este tipo de pruebas sin suficiente base científica (biorresonancia, análisis de sangre, análisis de ADN, etc.) abundan
tanto en el mundo virtual (puedes ver numerosos ejemplos en Internet)
como en el mundo real: herboristerías, farmacias e incluso alguna clínica privada de renombre.
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No te dejes
engañar. La gran mayoría de los tests de intolerancias alimentarias que
se anuncian son ineficaces y sólo sirven para vaciarte el bolsillo. Lo
mejor es que acudas al médico. |
3. Diagnóstico de confirmación
Pruebas de exposición/eliminación Consisten
básicamente en poner en contacto a la persona que sospecha que padece
una alergia a un determinado alimento con dicha sustancia para conocer
si realmente es la responsable de provocar reacciones adversas y de qué
forma afectan estas al paciente. Obviamente, esto se hace siguiendo una
metodología determinada, bajo medidas de seguridad, y siempre en un
entorno hospitalario, donde poder revertir una potencial reacción grave
(de hecho, este tipo de pruebas está contraindicado en casos de
anafilaxia que puedan poner en riesgo la vida del paciente).
Tratamiento
En la actualidad hay investigaciones en curso para desarrollar
tratamientos que permitan reducir los síntomas de una alergia a los
alimentos e incluso llegar a tolerar los alérgenos que provocan la
reacción adversa. Algunos de ellos son prometedores, como los protocolos
de inducción de tolerancia oral para algunos alimentos, también llamada
inmunoterapia oral o desensibilización con alimentos que, a
grandes rasgos, consiste en la administración de cantidades crecientes
del alimento hasta alcanzar el equivalente a una ración. Eso sí, aún se
necesitan investigaciones adicionales para asegurar la eficacia y
seguridad de estos métodos. Y es que, a día de hoy,
el único
tratamiento eficaz comprobado de la alergia y de la intolerancia
alimentaria, es evitar el contacto y la ingestión del alimento (o la sustancia) sensibilizante mediante una
dieta de eliminación. Dicha dieta debe ser
estricta ya
que, mientras en las reacciones de
intolerancia las manifestaciones clínicas
que se producen son más intensas cuanto mayor sea la cantidad de
alimento ingerido, en las reacciones alérgicas, dosis muy pequeñas
pueden dar lugar a una respuesta clínica exagerada.
Problemas de cumplimiento
Esta solución que, en principio,
parece sencilla, no lo es tanto cuando hablamos de alimentos como la
leche o el huevo, que pueden estar formando parte de multitud de
alimentos elaborados, ya sea como
ingredientes principales (por ejemplo el huevo de una tortilla de patata), como
ingredientes con función tecnológica (por ejemplo la leche en polvo que se utiliza para mejorar la textura de algunos embutidos) o
como
sustancias cuya presencia en el alimento es fortuita (las famosas "trazas" que se muestran en el etiquetado de algunos productos y sobre las que
ya hablamos anteriormente en este blog). Por eso
es fundamental leer el etiquetado. Como
sabrás, a veces no es sencillo interpretar la relación de ingredientes
(por ejemplo, las proteínas de la leche pueden aparecer en forma de
suero de leche, caseínas, leche en polvo, mantequilla, etc.), así que la
legislación obliga a especificar de forma clara la presencia de
sustancias alergénicas (en el ejemplo anterior, debe mostrarse al final
de la relación de ingredientes: "Contiene proteínas de leche").
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Cantidades
ínfimas de algunas sustancias presentes en alimentos de forma fortuita
(procedentes por ejemplo del polvo en suspensión producido durante la
elaboración de otros alimentos) puede provocar reacciones adversas en
personas alérgicas. |
La cosa se complica aún más cuando surgen
otras dificultades, como
las que se plantean cuando se come fuera de casa (restaurantes, casas
de amigos, etc.). En cualquier caso, debes tener claro que
ante la duda, lo mejor es no consumir el alimento. Sin embargo, la
exposición accidental es inevitable y puede desencadenar una reacción adversa. Para una
reacción alérgica leve (por ejemplo urticaria, hinchazón, etc.), los
antihistamínicos,
con o sin receta, pueden ayudar a mejorar los síntomas. Sin embargo, no
son efectivos ante una reacción alérgica grave como la anafilaxia. En
ese caso, la primera opción de tratamiento es la
administración intramuscular de adrenalina.
Este tipo de reacciones es difícil de predecir, por lo que las personas
en riesgo de sufrirlas deben llevar siempre encima un inyector como el
que puedes ver en la siguiente imagen.
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Autoinyector de epinefrina (también llamada adrenalina). (Fuente) |
Por otra parte, no hay que olvidar que la eliminación de un determinado alimento de la dieta puede plantear
problemas nutricionales,
especialmente cuando se trata de un niño de corta edad y/o cuando deben
retirarse alimentos básicos como el huevo o la leche (por ejemplo, la
eliminación de la leche podría provocar un déficit de calcio). Por eso
se hace necesario el
apoyo de un especialista en nutrición (y me refiero a uno de verdad, no a alguno de esos impostores que tanto abundan hoy en día). También existen otros problemas como los
psicosociales:
por ejemplo que un niño en un campamento no pueda comer lo mismo que el
resto, puede suponerle cierta frustración y otros sentimientos
negativos, aunque aquí no nos vamos a centrar en este aspecto.
Ni que decir tiene que
si no sufres ninguna alergia ni intolerancia a
alimentos es absurdo e innecesario (además de caro) consumir ciertos
productos destinados a quienes sí las padecen. De vez en cuando
surgen este tipo de tendencias apoyadas y/o promovidas por campañas
publicitarias de algunas empresas alimentarias, por famosos de
Hollywood, etc. Por ejemplo, hace unos quince años se puso de moda
consumir
leche de soja para evitar los supuestos (e infundados)
peligros de la leche de vaca (entre los que se incluía la alergia),
mientras que hace un par de años la moda era consumir
leche sin lactosa (
ya hablamos aquí sobre ello) y desde hace unos meses
la dieta sin gluten.