Lucas es un niño de 11 años que ha vivido el peor de los
infiernos después de que un médico le suministrase una gran dosis de
antiepiléptico. La piel de todo su cuerpo se abrasó, le cayó a tiras. Le
tuvieron que coser los párpados para que sus ojos no se quemaran e incluso se
le dio quimioterapia. Estuvo a punto de morir pero el Servicio Extremeño de
Salud guarda silencio.
Un niño extremeño de 11 años ha estado a punto de perder la
vida después que la piel de todo su cuerpo se quemase y le cayera a tiras. Estuvo
a punto de perder los ojos y le tuvieron que coser los párpados, incluso se le tuvo
que proporcionar quimioterapia, según informa 'El Mundo'. Todo después de que
un médico le suministrase una dosis cuatro veces superior de antiepiléptico.
Lucas venía tomando durante años el antiepiléptico Depakine
después de que a los cuatro años sufriera un atragantamiento. Entonces le
diagnosticaron actividad epileptiforme (epilepsia). Su infierno llegó sin
saberlo cuando un especialista del Hospital San Pedro de Alcántara le
suministró 100 miligramos de Lamictal, otro anitepiléptico, el pasado 21 de
enero de 2018.
Pasados unos días, el 13 de febrero, el niño llegó con su
madre a un centro de salud después de que le salieran llagas en la lengua y
encías. Allí le dijeron que era un simple herpes. No sabía lo que estaba por
llegar.
Al subirle la fiebre, madre e hijo volvieron al Hospital
Virgen del Puerto, lugar donde fue ingresado. A partir de ahí se le quemó la
piel, se puso negro, se le cayeron las uñas, los pezones y toda la piel,
incluidas las plantas de los pies, la cara y el cuero cabelludo.
Lucas fue trasladado en helicóptero al hospital madrileño de
La Paz a punto de morir. Allí tuvieron que coserle los párpados para que la
quemazón no acabara destrozándole los ojos dejándolo ciego. Incluso llegó a tener
19 de tensión, relata la madre al citado diario.
El pequeño acabo con el cuerpo necrosado y necesitó
quimioterapia para resistir el brote. Finalmente tuvo fuerza para salir de
adelante. Sobrevivió a una dosis de antiepiléptico cuatro veces superior a lo
establecido que le había provocado el síndrome Stevens-Johnson.
Se trata de un desgarrador caso por el que el Servicio
Extremeño de Salud ha guardado silencio. Según denuncia su madre, la cadena de
errores se produjo hasta en tres hospitales: Virgen del Puerto de Plasencia,
Valencia de Alcántara de Cáceres y el Materno-Infantil de Badajoz.
La madre asegura que irán por vía judicial ante ese
silencio. "Cuando llegamos a Madrid los médicos alucinaban con el estado
en que llegaba. Le tuvieron que despegar una gasa de la cabeza que llevaba
semanas ahí puesta y que no le habían curado", denuncia.
Lucas no ha recuperado todas la uñas, tiene
fotosensibilidad, deformaciones y se ha acostumbrado a comer con llagas en la
boca.
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