En
ratones, la administración de sucralosa y acesulfamo-k, durante el
embarazo y la lactancia, induciría cambios en el metabolismo y la
microbiota intestinal de las crías.
El uso de las sustancias endulzantes como alternativa al azúcar podría causar alteraciones en el organismo, incluso si la exposición se produce de forma indirecta, a través de la placenta y la leche materna. En la imagen, fórmula química de la sucralosa (arriba) y el acesulfamo-k (abajo). [Pixabay/Wikimedia Commons]
Los edulcorantes no nutritivos, es decir aquellos que no aportan calorías al organismo, constituyen una alternativa al azúcar, en la dieta. Sin embargo, su consumo también podría ocasionar problemas de salud. En concreto, alteraciones en el metabolismo, así como cambios en el microbioma intestinal.
Durante los primeros meses de vida, los infantes ingieren este tipo de edulcorantes a través de la leche materna; pero la exposición podría iniciarse incluso dentro del útero, ya que algunos atraviesan la placenta. Por consiguiente, en su estudio más reciente, publicado por la revista Frontiers in Microbiology, John A. Hanover y su equipo, de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, evalúan el modo en que la sucralosa y el acesulfamo-k afectan a los más pequeños.
Para ello, los investigadores administraron ambos edulcorantes, en dosis equivalentes a la cantidad máxima recomendada para el consumo humano, a hembras de ratón embarazadas y lactantes. Análisis de orina, heces y sangre extraídas de 226 crías recién nacidas confirmaron la transmisión materna de las sustancias endulzantes antes del parto. Resultados parecidos se obtuvieron 14 días después, hecho que corrobora la exposición a través de la lactancia.
De acuerdo con los datos, los edulcorantes alterarían el metabolismo de carbohidratos, grasas y aminoácidos, como la glicina, de los pequeños roedores. Varios de estos metabolitos participan en procesos hepáticos de detoxificación. Para los científicos, ello sugiere que la sucralosa y el acesulfamo-k comprometerían la función del hígado y, en consecuencia, el tejido hepático no eliminaría, de forma adecuada, las toxinas transportadas por la sangre.
Más los cambios metabólicos no fueron el único efecto observado. Al parecer, los investigadores detectaron la ausencia de las bacterias Akkermansia muciniphila en el intestino de los cachorros. La presencia de estos microbios se relaciona con un tracto intestinal sano. En cambio, las poblaciones de Firmicutes aumentaron. En humanos, el desarrollo de diabetes de tipo 2 y obesidad se asocia con alteraciones de la microbiota intestinal parecidas.
Para Hanover y sus colaboradores, los resultados de su investigación constituyen una advertencia acerca del consumo de sucralosa y acesulfamo-k durante el embarazo y la lactancia. Sin embargo, destacan el carácter preliminar del hallazgo. Solo su confirmación en humanos permitirá elaborar las recomendaciones para una ingesta adecuada y segura.
Marta Pulido Salgado
Referencia: «Maternal exposure to non-nutritive sweeteners impacts progeny's metabolism and microbiome», de S. Olivier-Van Stichelen et al., en Frontiers in Microbiology, publicado el 20 de junio de 2019.
El uso de las sustancias endulzantes como alternativa al azúcar podría causar alteraciones en el organismo, incluso si la exposición se produce de forma indirecta, a través de la placenta y la leche materna. En la imagen, fórmula química de la sucralosa (arriba) y el acesulfamo-k (abajo). [Pixabay/Wikimedia Commons]
Los edulcorantes no nutritivos, es decir aquellos que no aportan calorías al organismo, constituyen una alternativa al azúcar, en la dieta. Sin embargo, su consumo también podría ocasionar problemas de salud. En concreto, alteraciones en el metabolismo, así como cambios en el microbioma intestinal.
Durante los primeros meses de vida, los infantes ingieren este tipo de edulcorantes a través de la leche materna; pero la exposición podría iniciarse incluso dentro del útero, ya que algunos atraviesan la placenta. Por consiguiente, en su estudio más reciente, publicado por la revista Frontiers in Microbiology, John A. Hanover y su equipo, de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, evalúan el modo en que la sucralosa y el acesulfamo-k afectan a los más pequeños.
Para ello, los investigadores administraron ambos edulcorantes, en dosis equivalentes a la cantidad máxima recomendada para el consumo humano, a hembras de ratón embarazadas y lactantes. Análisis de orina, heces y sangre extraídas de 226 crías recién nacidas confirmaron la transmisión materna de las sustancias endulzantes antes del parto. Resultados parecidos se obtuvieron 14 días después, hecho que corrobora la exposición a través de la lactancia.
De acuerdo con los datos, los edulcorantes alterarían el metabolismo de carbohidratos, grasas y aminoácidos, como la glicina, de los pequeños roedores. Varios de estos metabolitos participan en procesos hepáticos de detoxificación. Para los científicos, ello sugiere que la sucralosa y el acesulfamo-k comprometerían la función del hígado y, en consecuencia, el tejido hepático no eliminaría, de forma adecuada, las toxinas transportadas por la sangre.
Más los cambios metabólicos no fueron el único efecto observado. Al parecer, los investigadores detectaron la ausencia de las bacterias Akkermansia muciniphila en el intestino de los cachorros. La presencia de estos microbios se relaciona con un tracto intestinal sano. En cambio, las poblaciones de Firmicutes aumentaron. En humanos, el desarrollo de diabetes de tipo 2 y obesidad se asocia con alteraciones de la microbiota intestinal parecidas.
Para Hanover y sus colaboradores, los resultados de su investigación constituyen una advertencia acerca del consumo de sucralosa y acesulfamo-k durante el embarazo y la lactancia. Sin embargo, destacan el carácter preliminar del hallazgo. Solo su confirmación en humanos permitirá elaborar las recomendaciones para una ingesta adecuada y segura.
Marta Pulido Salgado
Referencia: «Maternal exposure to non-nutritive sweeteners impacts progeny's metabolism and microbiome», de S. Olivier-Van Stichelen et al., en Frontiers in Microbiology, publicado el 20 de junio de 2019.
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