Hace algunos años recibí uno de los conceptos más valiosos e importantes de mi vida. En un inicio me tomó tiempo entenderlo y hasta hace relativamente poco he comprendido el verdadero mensaje y el valor de tan poderoso aprendizaje, heredado de un gran profesor de física y se los comparto ahora.
Una vez, durante una clase de física a nivel bachillerato (High School), un profesor declaró de forma contundente el siguiente enunciado: “¡EL TIEMPO NO EXISTE!”. Al escucharlo, mis compañeros y yo no pudimos evitar reaccionar de forma escéptica, y prácicamente en un tono sarcástico comenzamos a cuestionar duramente a nuestro profesor: ¿Si el tiempo no existe, por qué tenemos el día, la noche, las estaciones del año? ¿Si el tiempo no existe, entonces por qué lleva puesto un reloj y utilizamos calendarios y tenemos los meses, las semanas, los días, los minutos y los segundos? ¿Si es verdad lo que Usted dice, entonces por qué la velocidad se calcula con la formula v = d/t (velocidad es igual a la distancia dividida entre el tiempo)? ¿Si no existe el tiempo, por qué envejecemos?
Los cuestionamientos hacia el profesor eran muy variados, algunos de ellos eran incluso absurdos, ó agresivos, pero otros parecían tener perfecto sentido. Pasaron varios minutos de burla y alboroto antes de que el profesor pudiera recuperar el control de la clase y dar una respuesta a todas nuestras interrogantes; finalmente el profesor tenía nuevamente la atención de todos nosotros y respondió:
“Antes de la aparición del Hombre en la tierra, no existían los calendarios, ni gregorianos, ni lunares, ni de ningún tipo; no existían los relojes de pulso ni de pared ni de arena. En efecto, el día y la noche existían, pero me gustaría que pudieran imaginar que, como tal, el concepto de día y de noche, no estaban ahí y que ha sido el hombre quien los ha llamado de esa forma luego de mucho tiempo de su aparición en el mundo. Pero no sólo es así, sino que hace muchos millones de años, el planeta tierra no era como hoy lo conocemos; ni siquiera era habitable y aún antes de ello, no existía la rotación de la tierra ni las vueltas de la tierra en torno al sol, sencillamente porque el sistema solar aún no estaba constituido como hoy lo conocemos”.
Poco a poco el profesor fue calmando nuestros ánimos y poco a poco capturaba más y más nuestra atención. El profesor prosiguió:
“Jóvenes, para entender este concepto, es necesario un poco de sensibilidad de parte de todos ustedes, así como una dosis de imaginación, pues deben imaginar un sistema solar y en general un Universo más joven del que es ahora; así mismo deben meditar un poco y mirar sus relojes (todos comenzamos a mirar nuestros relojes y el calendario que estaba pegado en la pared del aula junto al pizarrón): los nombres de los meses fueron asignados por el Hombre y son de gran utilidad para nuestra vida diaria y para comprender algo muy importante que tiene que ver con la posición de la tierra sobre sí misma y al mismo tiempo la posición de la tierra respecto al sol".
Yo y casi todos mis compañeros habíamos comprendido que el Universo, incluido nuestro sistema solar, no siempre había sido como lo es ahora, sin embargo todavía no lográbamos entender del todo lo que el profesor intentaba pacientemente de explicarnos. El profesor seguía con su cátedra entusiasmado:
Ampliación 2x de una fotografía de la Galaxia de Andrómeda (M31) situada a 2.2 millones de años-luz de la Tierra, es la galaxia más próxima a nosotros, .
“Quizá hoy, o quizá más tarde en el “tiempo” de sus vidas, puedan percatarse de que el calendario y los relojes sólo son un instrumento de medición y que están diseñados para funcionar únicamente dentro de nuestro sistema solar y muy espeíficamente dentro de nuestro planeta, ya que ustedes han sido muy acertados al observar que existe el día, la noche y las estaciones del año, pero han olvidado añadir que este sistema de medición sólo funciona en el planeta tierra, ya que los otros planetas no se encuentran bajo las mismas condiciones".
A decir verdad no puedo hablar en nombre de mis compañeros, pero al escuchar a mi profesor y tomando en cuenta mi edad (era un adolescente), al escuchar y comprender poco a poco el concepto del tiempo quedé simplemente asombrado. Jamás habría pensado en conceptos de tal naturaleza, pero al hacerlo me sentí diferente: ¡Libre!
El profesor continuaba explicando:
“El “tiempo” es la palabra que utilizamos para llamar al “Movimiento” y al “Cambio” ó “Transformación”. Si observan su reloj notarán que la manecilla que marca los segundos se mueve, cambia o se transforma con mayor velocidad; en segundo lugar tenemos a la manecilla que marca los minutos y en tercer lugar, siendo la más lenta, la manecilla más pequeña que marca las horas. A esos cambios que perciben y a la percepción misma de que las manecillas cambian, el ser humano lo ha llamado “EL TIEMPO”. Es muy probale que en algún momento, ustedes mismos han mirado sus relojes, los cuales marcaban una hora determinada, pero después de hacer alguna actividad y perder “la noción del tiempo”, miraron su reloj de nuevo y se percataron de que una determinada cantidad de "cambios" o "eventos" habían ocurrido en un segmento determinado del movimiento de su reloj”.
Conforme el profesor avanzaba, yo quedaba más y más sorprendido, como si alguien hubiera abierto mis ojos. Hoy los jóvenes cuentan con mucho más información de la que nosotros a su edad; eran otros tiempos y no contábamos con la información y el acceso a la información como lo hacen los jóvenes de hoy en día a través del Internet. Creo que este punto tiene mucha relevancia, ya que nuestra capacidad de sorpresa funcionaba de forma diferente. El profesor continuaba explicando:
“Antes de la creación de los relojes, las personas aprendieron a mirar “el paso del tiempo”, es decir, los cambios y transformaciones de la naturaleza: el día, la noche, las estrellas que los guiaban y las constelaciones, los inviernos y los veranos, la transición de la juventud a la madurez, luego a la vejez y finalmente a la muerte. Era difícil entonces comprender al "tiempo" en aquellas transformaciones y cambios que no fueran cíclicos ni repetitivos, sin embargo era mucho más fácil observar todo aquello que se repetía día con día, mes con mes y año con año. Al igual que es más fácil percibir el movimiento que hay en el segundero de un reloj, que el movimiento de la manecilla que marcan las horas. ¿Se imaginan si hubiera una manecilla que marcara las semanas, ó los meses, ó incluso un año? ¡Sería difícil percibir el el desplazamiento de esas manecillas, pues se tornaría demasiado lento.
Sería inútil llevar un calendario con nosotros y un reloj fuera de nuestro sistema solar, y no me refiero a mudarnos a un nuevo sistema, quizá uno con tres soles, sino simplemente salir de este sistema solar, hacia la nada, en donde no hay día, ni hay noche, ni estaciones del año. Ante tal hecho, nos veríamos en la necesidad de buscar movimientos nuevos, que fueran repetitivos y cíclicos y si pudíeramos encontrarlos, podríamos satisfacer nuestra necesidad para comprender los cambios, las transformaciones y el movimiento. A la satisfacción de dicha necesidad le llamaríamos tiempo.
Si por el contrario, nos alejáramos millones de “años luz” (otra forma de medir los cambios, o lo que hemos bautizado como tiempo,, hacia la nada donde no hay movimiento, cambio, luz ni rasgo alguno, perderíamos el entendimiento y el sentido del concepto que hemos denominado como tiempo.
Jóvenes, como tal, el tiempo no existe, sino el cambio, la transformación y el movimiento. Pero hemos denominado “tiempo” a la capacidad que tiene el ser humano para percibirlo. El hombre vive a prisa y contra el reloj, ganando tiempo al tiempo, pues vive apenas un breve ciclo de transiciones y cambios del nacimiento a la niñez, de la niñez a la adolescencia, luego a la juventud plena, a la madurez, luego a la vejez y finalmente a la muerte, la cual es la transformación a la que tememos como especie. Y es ante ese temor que surje una ferviente necesidad y deseo de lograr, como personas, un gran cúmulo de cambios y transformaciones a las que llamamos “éxito”, “poder”, “fama”, “riqueza”, etc. Y transformar nuestro “tiempo” en esos "cambios" y "transiciones" que dan mayor satisfacción y de la forma más acelerada posible, es decir que si nuestro cambio físico dura aproximadamente ochenta años del nacimiento a la muerte y normalmente se obtienen con relativa lentitud alteraciones o cambios positivos (dinero, fama, riqueza), perseguiremos conseguir un número mayor de dichas alteraciones dentro de un segmento de conciencia cada vez amás temprano, concepto ya conocido por el hombre (triunfar cada día más joven, llegar mucho más lejos e incrementar la riqueza y el éxito, así como los momentos de felicidad)”.
En el aula se veían todo tipo de reacciones, algunas mentes confundidas y otras que digerían lentamente el concepto; algunos otros no prestaban demasiada atención y pensaban que simplemente estaba hablando disparates. ¿Salir del sistema solar… a quién le importa algo tan absurdo?, murmuraban sólo pocos copañeros, pero debo confesar que, en mi caso particular, esa clase de física ha permanecido en mi mente todo este tiempo y cada día me es más claro y contundente.
Al concluir la clase esperé a que mis compañeros se marcharan y le pedí al profesor que me concediera unos minutos para seguir hablando al respecto. Fue muy amable y se quedó a conversar conmigo. No recuerdo con exactitud cada pregunta que fue surgiendo en mi mente, pero recuerdo bien el mensaje que me dijo:
“Cuando les dije que el tiempo, como tal, no existía, no quise decir que no era importante mantener el sistema de medición que conocemos y usamos en nuestra civilización; las cosas seguirán igual hoy, como lo fueron ayer y como lo serán mañana. Simplemente deseaba que adquirieran una posibilidad más, un concepto más dentro de mi asignatura, y que supieran que afuera de nuestro planeta se rompen la mayoría de las leyes que conocemos y así mismo, se romperían muchas de las ideas que tenemos en la mente".
Cada palabra parecía un golpe de cincel que rompía con los ladrillos que sustentaban varias de mis creencias como adolescente. Ese profesor no sólamente me estaba enseñando física, sino incluso estaba cambiando todo mi sistema de creencias. Pero nuevamente quiero hacer hincapié en que cuando yo tenía quince años, no contábamos con las mismas circunstancias comunicativas, tecnológicas ni científicas de hoy y al alcance de todo el que las requiera. El profesor y yo seguimos charlando y me comentó lo siguiente:
“Toda esa sucesión de cambios a la que llamamos “tiempo”, son una cadena de causas y efectos. Es fácil observar dichas causas y efectos en un área controlada, en un laboratorio, en un péndulo, pero si concedes un poco de atención, responsabilidad y sensibilidad a mis palabras, apreciarás que se torna complejo y prácticamente imposible para el ser humano, contabilizar, medir y calcular cada una de las causas y efectos que son, han sido y serán en el entero Universo. Ni siquiera seriamos capaces de calcularlo dentro de un solo minuto dentro de la escuela completa, mucho menos sería posible por todo un día en nuestro barrio, o en toda la vida de un solo ser humano y bueno, ¡Así por el estilo, tu me entiendes!
Yo sólo puedo comprender lo que les he explicado hoy en la clase y sólo puedo comprender que en realidad no comprendo más allá. Sin embargo puedo compartir contigo algo muy valioso, quizá es más valioso que todo el curso de física del ciclo escolar completo”
Le pedí que compartiera dicho conocimiento; para ser honestos estaba ansioso por escuchar más y aprender ese tipo de conceptos que rectificaban mi sistema de creencias.
“Bueno, pues te diré, como sabes, el “tiempo” es la percepción de dichos cambios, transformación y movimiento. Creo que eso ya te ha quedado claro. Pues bien, todos esos cambios son causa y efecto de causas y efectos previos, creo que eso también lo has comprendido. Una vez que hemos establecido eso, puedo proseguir, añadiendo que todos esos cambios son el resultado de un aprendizaje”
Comencé a confundirme ¿De qué aprendizaje estamos hablando? ¿Quién aprendió, si estamos hablando de millones de años antes de la aparición del hombre y de la vida que conocemos? A lo que él respondió:
“El Universo mismo ha aprendido de si mismo con el paso del “tiempo”, es decir, con la concatenación de causas y efectos que crean movimiento, cambio y transformaciones en la materia. Es normal que resulte un poco difícil comprenderlo, pero puedo ponerte los siguientes ejemplos:
Los cambios, la transformación y el movimiento son aprendizaje, o al menos, al igual que fueron bautizados con el nombre de “tiempo”, también se les puede asignar el nombre. APRENDIZAJE, o dicho en otras palabras: TRANSFORMACIÓN, CAMBIO Y MOVIMIENTO = APRENDIZAJE Y EXPERIENCIA.
Pero si el concepto te sigue resultando poco claro, te pondré un ejemplo que te resulte familiar dentro de nuestro planeta, en nuestro sistema solar, pues son elementos que sí te resultan familiares:
El Envejecimiento es uno de ellos: un niño recién nacido no tiene la misma experiencia que un niño de cinco años y definitivamente no tiene la misma experiencia que un muchacho de quince años, de la misma forma que tú, no tienes la misma experiencia que yo, y yo no tengo el mismo aprendizaje y experiencia que mis padres y mis abuelos. No hace falta explicarte que con el paso del “tiempo”, es decir, transformaciones, cambio y movimiento, que se traducen en experiencias del día a día y que suman los años, dejan en nuestra percepción una sensación de aprendizaje y experiencia. ¡Esto lo entiendes ya, pero lo entenderás mejor cuando cumplas veinte años y después lo entenderás mejor cuando llegues a mi edad!
Te pondré otro ejemplo: si asistes con regularidad a mi curso de física y pones atención, cumples con tus tareas y llevas a cabo las acciones específicas y adecuadas, al concluir un ciclo escolar, o casi 365 vueltas de la tierra sobre, y su propio eje, una vuelta al rededor del sol, al finalizar no sólo serás un año mayor, sino que tendrás más conocimientos en física que al inicio de ese ciclo.
Un ejemplo más: si practicas un deporte, o dicho en mis palabras, si procuras movimientos, transformaciones y cambios en la experiencia del deporte, repetidamente dentro del mismo ciclo en que la tierra da diez vueltas al sol, es decir, diez años (o fuera de este sistema solar, por la cantidad de experiencias, transformaciones y cambios equivalentes), al finalizar te encontrarias dentro de la experiencia y aprendizaje de dicha práctica: tu cuerpo se vería en forma o bien se vería transformado por la experiencia, que en otras palabras se traduce en APRENDIZAJE, pero también puedes llamarlo “tiempo”, si así lo deseas”.
Cada palabra abría un candado mental y me hacía sentir diferente. Yo seguía escuchando a mi maestro:
“Pues bien, aquello tan valioso que tengo para compartir contigo es que tomes en cuenta que los seres humanos vivimos por un breve cúmulo de cambios y transformaciones, o como solemos decir, por un breve periodo de tiempo en la tierrra. Es breve el tiempo que el hombre vive si consideramos que el universo ha existido desde hace millones de millones de años, por no decir una eternidad. Aquello tan valioso que puedo compartirte es que, así como tú, el Universo también ha adquirido experiencia, conocimiento o dicho en otras palabras, transformación, cambios y movimiento de forma permanente, sin descanso desde el principio de la eternidad misma, que comparado con los ochenta años de vida del hombre en la tierra, comprenderás que en realidad no es el Hombre el verdadero Sabio, ni aún con todo y nuestra Ciencia. Nuestra Experiencia y Aprendizaje humanos, en comparación con la sabiduría de la tierra, del sol o bien de todo el entero Universo, nisiquiera es comparable con lo que puede aprender una pequeña especie, de esas que duran una semana en la tierra comparado con una tortuga que puede vivir hasta trescientos años. Nisiquiera ese ejemplo es equiparable.
El verdadero Maestro, el verdadero Sabio que ha acumulado millones de millones de años de cambios, transformación y movimiento, o “tiempo” si prefieres llamarlo de esa forma, es el Universo y hasta ahora no conocemos algo más antiguo (experimentado que él). Y si me has comprendido hasta este punto, entenderás también que un día yo moriré antes que tu, pero eventualmente también dejarás este mundo, o te transformarás y cambiarás hacia un punto del que nadie ha vuelto para contar qué es lo que hay, si es que hay algo.
Si has entendido hasta este punto, entonces has adquirido una gran oportunidad; la gran oportunidad de ganarle tiempo al tiempo y para ello es necesario prestar mucha atención al verdadero Maestro; al verdadero Sabio, que a veces se presenta en forma de ancianos que hablan con los jóvenes y a quienes ya nadie quiere escuchar, a veces se presenta en forma de libros, ya sean sagrados o no, pero que encierran en sus páginas y en sus palabras muchos más años de los que sumarìamos si tu y yo viviéramos cada uno cinco vidas más, o diez.
Puedo enseñarte un año valioso de física, pero esto que hoy te he compartido es mucho más antiguo que el estudio de la física o la química. Si deseas “ganarle tiempo al tiempo” que en otras palabras es “ganarle sabiduría a la sabiduría, y experiencia a la experiencia misma” haz lo siguiente:
Procura escuchar a los ancianos, pues han vivido muchos más años que nosotros y no desesperes ante sus limitaciones causadas por la edad.
Aprende de los libros, sin importar si son libros sagrados o no. Hay un gran número de libros que contienen el conocimiento de generaciones; de pueblos enteros historia y civilizaciones que han visto la gloria y después han encontrado su destrucción y su ruina. Edúcate en la literatura, porque sus historias equivalen a vivir a través de la imaginación.
Edúcate en la Historia, porque es el diario de la transformación y es el baúl de la experiencia humana. Aprende de ella y anticipa los acontecimientos de tu propia vida.
Cállate y escucha: cuando dejas de hablar y comienzas a escuchar, comienzas a aprender del verdadero Sabio y del más antiguo de los Maestros. Guarda silencio en los momentos adecuados, pero en general guarda silencio y dedica más tiempo a aprender que a hablar. En la vida encontrarás personas que nunca guardan silencio y por lo tanto no pueden aprender de ninguna experiencia ajena, ya que siempre están ocupados hablando de sí mismos.
Comprende que no lo sabes todo: sólo el verdadero Sabio y Maestro es quien sabe todo lo que está dentro de sí. Lo que tu sabes es sólo una percepción, pero esto un día lo entenderás, quizá.
Si eres responsable y me has comprendido, guardarás estas palabras siempre contigo y cada día cobrarán más sentido para tí. Al comenzar a aprender del verdadero Sabio, Maestro, que es el Universo mismo, toma nota de lo que aprendes y tenlo a la mano contigo, pues tu memoria no funciona como Su memoria y tu entendimiento no funciona como Su entendimiento.”
El “tiempo” con mi profesor había transcurrido demasiado a prisa, o como diría Einstein respecto a su teoría de la relatividad, no es lo mismo pasar dos minutos sentado en una plancha caliente, pues parecerán dos horas, que pasar dos horas en un momento agradable, pues parecerán dos minutos, porque EL TIEMPO NO EXISTE, PREFIERO LLAMARLO EL SABIO, EL MÁXIMO MAESTRO. Tuve que despedirme por ese día de mi profesor, con quien después tuve muchas más conversaciones que poco a poco espero poder compartir con ustedes. Concluyo este post con las últimas palabras que ese día me dijo el maestro de física:
“El llamado “Tiempo”, es el maestro más sabio, pero también es el más cruel de los malvados, ya que una vez que ha dado experiencia, prudencia y sabiduría al Hombre, acaba por tomar su vida después de 85 años. Escucha a los ancianos antes de que el Maestro los tome y los separe de los más jóvenes. Los ancianos lo han comprendido y buscan transmitir todo a sus sucesores, pero el defecto de la juventud es que no desea escuchar a quien ha vivido más tiempo que él. Esa es una de las ironías de la vida…”
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