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Los
edulcorantes artificiales, utilizados como ayuda para perder peso y
prevenir la diabetes, en realidad podría acelerar el desarrollo de
intolerancia a la glucosa y la enfermedad metabólica al cambiar la
composición y función de la microbiota intestinal, la importante
población de bacterias que residen en nuestros intestinos, según
concluye una investigación realizada en ratones y seres humanos y que se
publica este miércoles en Nature.
Elinav cree que ciertas bacterias en los intestinos de las personas que
desarrollaron intolerancia a la glucosa reaccionaron a los edulcorantes
químicos mediante la secreción de sustancias que luego provocaron una
respuesta inflamatoria similar a la sobredosis de azúcar, promoviendo
los cambios en la capacidad del cuerpo para utilizar esta sustancia.
Se le llama edulcorante a cualquier sustancia, natural o artificial, que edulcora: sirve para dotar de sabor dulce a un alimento o producto que de otra forma tiene sabor amargo o desagradable.
Hay edulcorantes de alto valor calórico, como el azúcar o la miel.
Y los de bajo valor calórico, sustitutos del azúcar, la mayoría de origen artificial.
A su vez estos se dividen en los de alta intensidad y baja intensidad.
Los de alta intensidad tienen una dulzura varias veces superior a la del azúcar común de mesa.
Los 3 compuestos primarios usados como sustitutos del azúcar en USA son la sacarina (Sweet'N Low), el aspartame (Equal, NutraSweet) y la sucralosa de origen natural (Sucralin, por ejemplo).
En muchos otros países el ciclamato y el edulcorante herbal stevia, son usados extensamente. (Aunque la stevia es más reciente, a medida que surge la controversia con el endulzante artificial).
Si bien la mayoría de los sustitutos del azúcar aprobados para el uso en alimentos son compuestos sintetizados artificialmente, algunos sustitutos naturales del azúcar son conocidos, incluyendo el sorbitol y el xilitol, los cuales son encontrados en las bayas, frutas, vegetales y hongos.
Hay crecientes controversias actuales, sobre si los edulcorantes artificiales constituyen un riesgo para la salud.
Un estudio de investigadores del Weizmann Institute of Science (Israel) sostiene que el consumo de estos aditivos provoca, al menos en algunas personas, intolerancia a la glucosa, una fase previa a la diabetes en la que hay una mayor concentración de azúcar en la sangre, y alteraciones metabólicas relacionadas con la obesidad; es decir, el efecto contrario al que pretenden conseguir.
En la revista Nature se publicó la investigación del Weizmann Institute que sostiene que los problemas ocurren como resultado de la composición y función de la microbiota intestinal –la población de bacterias que residen en el intestino–.
Los experimentos, llevados a cabo en ratones y seres humanos, muestran que el uso generalizado de edulcorantes artificiales en las bebidas y los alimentos pueden contribuir al aumento de obesidad y diabetes que afecta a gran parte de la población mundial.
Durante años, los expertos se han mostrado desconcertados por el hecho de que los edulcorantes artificiales no calóricos no parecían ayudar en la pérdida de peso. Es más, incluso algunos estudios han llegado a sugerir que podrían tener un efecto contrario.
Entre otras cosas, según explica el director de la investigación, Eran Elinav, del Departamento de Inmunología del Instituto Weizmann, en Israel, junto con el profesor Eran Segal, del Departamento de Matemática Aplicada e Informática, el uso generalizado de los edulcorantes artificiales en las bebidas y los alimentos pueden contribuir a la obesidad y la epidemia de diabetes que está afectando a gran parte del mundo.
A pesar de no contener azúcar, poseen un efecto directo sobre la capacidad del cuerpo para utilizar la glucosa.
Así, la intolerancia a la glucosa –que por lo general ocurre cuando el cuerpo no puede hacer frente a grandes cantidades de azúcar en la dieta– es el primer paso hacia el síndrome metabólico y la diabetes en los adultos.
"Los resultados resaltan la importancia de la medicina personalizada y la nutrición para nuestra salud”, explica Segal. “El análisis integrado de nuestro genoma, microbioma y hábitos alimenticios podría transformar nuestra capacidad de entender cómo los alimentos y suplementos nutricionales afectan a la salud y al riesgo de enfermedad de una persona".
Durante el experimento, los investigadores dieron a los ratones agua mezclada con los 3 edulcorantes artificiales más utilizados (sacarina, aspartamo y sucralosa) y en las cantidades permitidas por la Agencia estadounidense de Alimentos y Medicamentos (Food & Drug Administration o FDA, por sus siglas en inglés).
Dichos ratones desarrollaron una mayor intolerancia a la glucosa en comparación con los ratones que bebieron agua o incluso agua con azúcar. Repitiendo el experimento con diferentes tipos de ratones y distintas dosis de edulcorantes se produjeron los mismos resultados.
A continuación, analizaron si la microbiota intestinal está involucrada en este fenómeno. Los expertos pensaron que las bacterias podrían reaccionar a los edulcorantes artificiales ya que el propio organismo no los reconoce como ‘alimento’. De hecho, los edulcorantes artificiales no son absorbidos en el tracto gastrointestinal, aunque al pasar por ahí encuentran billones de las bacterias de su microbiota.
Por otro lado, los investigadores trataron a los ratones con antibióticos para erradicar muchas de sus bacterias intestinales, lo que provocó una reversión completa de los efectos de los edulcorantes artificiales sobre el metabolismo de la glucosa.
Después, transfirieron la microbiota de ratones que consumieron edulcorantes artificiales a los ratones 'libres de gérmenes’, provocando una transmisión completa de la intolerancia a la glucosa en los ratones receptores.
Para los autores esto, en sí mismo, es una prueba concluyente de que los cambios en las bacterias intestinales son directamente responsables de los efectos nocivos para el metabolismo de su anfitrión.
El equipo incluso encontró que la incubación de la microbiota fuera del cuerpo, junto con los edulcorantes artificiales, fue suficiente para inducir la intolerancia a la glucosa en los ratones estériles.
La microbiota es el conjunto de microorganismos que se localizan de manera normal en distintos sitios del cuerpo. Puede ser definida como los microorganismos que son frecuentemente encontrados en varias partes del cuerpo, en seres sanos.
Es más, una caracterización detallada de la microbiota en estos ratones reveló cambios profundos en sus poblaciones bacterianas, incluyendo nuevas funciones microbianas conocidas por inferir en ratones y seres humanos una mayor propensión a la obesidad, la diabetes y a complicaciones de estos problemas.
Es cierto que el grueso de los estudios se ha practicado en ratones, pero ¿y en humanos cómo será?
Los investigadores defienden que se dan los mismos efectos que en ratones apoyándose en dos argumentos.
Elinav y Segal analizaron los datos recogidos de su Proyecto de Nutrición Personalizada, el mayor ensayo realizado en humanos hasta la fecha para conocer la conexión entre nutrición y microbiota.
La microbiota normal, o microbioma humano puede ser definida como los microorganismos que son frecuentemente encontrados en varias partes del cuerpo, y ayudan en la digestión del alimento, producen vitaminas y protegen contra la colonización de otros microorganismos que pueden ser patógenos, lo cual es llamado antagonismo microbiano.
En particular, el equilibrio entre las comunidades microbianas que conforman la microbiota del tracto gastrointestinal y de la vagina es de vital importancia para la salud del ser humano. Hay pocos parámetros fisiológicos e inmunológicos que no están profundamente afectados por la presencia y naturaleza de la microbiota normal del cuerpo, siendo la resistencia del huésped a las infecciones uno de los factores más prominentes.
En un estudio con 400 personas, ellos advirtieron que quienes decían consumir edulcorantes presentaban poblaciones bacterianas distintas y más propensión a tener niveles elevados de azúcar en sangre respecto a quienes no tomaban estos aditivos.
O sea que descubrieron una asociación significativa entre el consumo autoreportado de edulcorantes artificiales, la configuración personal de bacterias intestinales y la propensión a la intolerancia a la glucosa.
Después llevaron a cabo un experimento controlado, pidiendo a un grupo de voluntarios, que por lo general no tomaban alimentos endulzados artificialmente, para que los consumieran durante una semana y luego se sometieran a pruebas de glucosa y de composición de su microbiota intestinal.
El pequeño ensayo con 5 hombres y 2 mujeres que no consumen habitualmente estas sustancias. Durante 1 semana se les administró sacarina (de nuevo la cantidad máxima permitida por la ley estadounidense dividida en 3 tomas diarias).
4 de ellos mostraron, solo 4 días después, síntomas del síndrome prediabético, pero en los otros 3 los valores de azúcar en la sangre se mantuvieron normales.
Para los investigadores, esta diferencia responde a que la flora intestinal entre los humanos no es homogénea y en algunos casos reacciona ante los edulcorantes con una especie de respuesta inmune que se traduce en alteraciones en el metabolismo del azúcar.
O sea que hallazgos mostraron que muchos de los voluntarios habían empezado a desarrollar intolerancia a la glucosa después de solo una semana de consumo de edulcorantes artificiales.
De hecho, la composición de su flora intestinal explicó la diferencia. Los investigadores descubrieron dos poblaciones diferentes de bacterias del intestino humano, una que inducía intolerancia a la glucosa al ser expuesta a edulcorantes y la otra que no tenía ningún efecto al respecto.
Elinav cree que ciertas bacterias en los intestinos de las personas que desarrollaron intolerancia a la glucosa reaccionaron a los edulcorantes químicos mediante la secreción de sustancias que luego provocaron una respuesta inflamatoria similar a la sobredosis de azúcar, promoviendo los cambios en la capacidad del cuerpo para utilizar esta sustancia.
"La relación con nuestras bacterias intestinales es un factor clave en la determinación de cómo los alimentos que comemos nos afectan”, concluye. “En especial la relación entre el uso de edulcorantes artificiales –a través de las bacterias intestinales– y la tendencia a desarrollar los mismos trastornos que estaban diseñados a evitar, lo que exige una reevaluación del consumo masivo y sin supervisión que existe en la actualidad".
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