www.preparemonosparaelcambio.com
[...] Si no cuidamos nuestros pensamientos y procesos mentales, la bioquímica de nuestro organismo sencillamente seguirá un patrón equivocado y nos inundará de toxinas que no juegan a nuestro favor, sino que nos debilitan, primero emocionalmente y después orgánicamente. [...]
A menudo leemos en libros de autoayuda o autoconocimiento que los pensamientos de carga negativa o destructiva afectan a la salud y pueden crear enfermedades. Que cuidar nuestros pensamientos puede tener una incidencia directa en nuestra salud, como poco.
Este tipo de aseveraciones, así tan resumidas (porque la industria
editorial de hoy en día parece premiar los libros comerciales y
resumidos, frente a los detallados y más técnicos) son una realidad. El
problema es que no se explica el proceso por el cual el pensamiento de
las personas se convierte directamente en parte de su salud, creando
enfermedades y patologías o produciendo todo lo contrario: mejoría y curaciones.
En el post de hoy vamos a hacer lo que muchos de esos documentales y
libros no hacen: explicar cómo funciona y de qué manera opera el proceso
bioquímico completo por el cual nuestros pensamientos afectan directamente a nuestra salud tanto para bien como para mal.
Porque creemos que todo lo que se explica es fácilmente comprensible,
mientras que lo que no se explica pasa a formar parte de la creencia. O
se cree o no… pero no se comprende.
Veamos, pues, de qué manera un simple pensamiento (cada pensamiento que tenemos) afecta, física y materialmente, a nuestro organismo.
El proceso es tan enriquecedor como interesante, de manera que merece
la pena conocerlo a fondo porque, así, nos estaremos conociendo a
nosotros mismos. Estaremos conociendo cómo opera nuestra Máquina
Perfecta: la Mente, y su extensión: el cuerpo.
EL PROCESO QUE SIGUE UN PENSAMIENTO PARA CONVERTIRSE EN ENFERMEDAD (O TODO LO CONTRARIO):
El pensamiento es la actividad de nuestro cerebro. Los pensamientos, las
emociones, cómo nos sentimos, nuestra personalidad, la forma en que
respondemos a nuestra vida… Todo ello forma lo que conocemos como
“Mente” o actividad mental. Pero ahora nos interesa analizar el pensamiento como el flujo de actividad eléctrica que se desarrolla en nuestro cerebro, concretamente, la actividad comunicativa entre las neuronas.
Esas conexiones eléctricas interneuronales son las que dan lugar a lo
que conocemos como pensamientos (ya sean imágenes, sonidos, recuerdos y
memorias, inspiraciones, ideas, etc…).
Una vez el cerebro ha creado y perseverado en una serie de pensamientos
de un determinado tipo (alegres, destructivos, de crítica, humorísticos,
inspirativos…) nuestro hipotálamo (el gran laboratorio químico de
nuestro organismo) se pone en marcha. ¿Forma de proceder? Tan simple de
describir como compleja es en su funcionamiento: el hipotálamo se pone a
crear hormonas (péptidos) directamente vinculados a los pensamientos que nuestro cerebro está teniendo.
Es decir, que nuestro hipotálamo creará combinaciones químicas de la
misma tipología que los pensamientos que nuestro cerebro está
produciendo.
De este modo, aparecen las “emociones”. Nuestro hipotálamo, al segregar e
inundar el torrente sanguíneo con esas hormonas vinculadas a nuestros
pensamientos, hace que nuestro cuerpo cree sensaciones. Por eso
nos sentimos bien o mal, alegres o abatidos, calmados o nerviosos, como
respuesta a nuestros pensamientos. Se trata, sencillamente, de que
nuestro centro bioquímico (el hipotálamo) está creando productos
químicos como el más perfecto laboratorio imaginable, para “dar forma de
sensaciones” a los pensamientos que está produciendo nuestro cerebro.
Nuestro hipotálamo puede crear péptidos que nos hagan actuar deprisa
ante situaciones de estrés; o puede segregar hormonas placenteras para
adormecernos o para “premiarnos”. En definitiva, puede crear una sustancia química natural para cada proceso mental que esté en ese momento en marcha.
EL PROBLEMA:
El problema es que, por desconocimiento de estos procesos, la gente no es consciente de la importancia que tiene “pensar correctamente”.
No se trata aquí de defender un tipo de pensamiento religioso o moral,
ni nada por el estilo. Cuando decimos “pensamiento correcto” queremos
decir, ni más ni menos, que el que sea adecuado y beneficioso para cada
uno de nosotros. Ni más ni menos.
Como la mayoría de las personas desconoce la maquinaria bioquímica que
se pone en marca cada vez que nuestro cerebro produce pensamientos de un
tipo o de otro, la gente simplemente no puede controlar cómo se siente,
o lo que es mucho más importante, no puede controlar el hecho de que
muchas de esas sustancias químicas vinculadas a pensamientos
destructivos, están literalmente, envenenando su cuerpo a diario y de ahí surgen enfermedades.
Pero vayamos por partes, ya que hemos dicho que íbamos a explicar el proceso completo y de forma clara:
Si, por ejemplo, permitimos que las tensiones de cada día nos mantengan
en un estado de estrés, o de alerta y desconfianza (actividades que
realizará nuestro cerebro a través de los pensamientos que crea y que no
se controlan), nuestro hipotálamo responderá segregando sustancias químicas que colocarán nuestro organismo en modo “ataque/huida” que es la respuesta interna ante el peligro y, por ello, frente a una situación de vida o muerte.
Esa actividad del hipotálamo que es tan importante y decisiva en momentos puntuales de verdadero peligro, se vuelve autodestructiva cuando se experimenta muy continuada y regularmente.
El estrés, la ansiedad, la prisa, la urgencia, la preocupación… hace
que nuestro cerebro cree situaciones inexistentes y, como respuesta
química a ello, nuestro hipotálamo segrega las hormonas correspondientes
a un ataque o a una situación de peligro inminente para nuestra vida… Y
así, durante horas al día, y durante días y días al año. Eso,
simplemente, destroza nuestro cuerpo por intoxicación bioquímica, dado que ningún organismo puede vivir permanentemente en estado de shock, de peligro o de estrés/miedo continuado.
Esto es lo que da lugar a infartos, anginas de pecho, úlceras
gastrointestinales, hipertensión arterial, diabetes y un largo etcétera
de patologías que pueden llegar a ser mortales. Y todo comienza… En
nuestros pensamientos descontrolados que han dado la orden equivocada a
nuestro hipotálamo para que produzca sustancias que, segregadas de
manera continuada en nuestro torrente sanguíneo, envenenan nuestro cuerpo.
MÁS PATOLOGÍAS CON ORIGEN EN LA GESTIÓN DEL PENSAMIENTO (EXPLICADAS):
Otro cúmulo de patologías y enfermedades que nuestro cuerpo padece sin que fuera necesario y que están directamente vinculadas a la forma en que pensamos son las infecciones víricas y bacteriológicas.
El procedimiento es similar al anterior, pero no idéntico: bajo
situaciones constantes de estrés, miedo, ansiedad y preocupación, como
hemos explicado, nuestra actividad hormonal pone en marcha procesos de
defensa/respuesta. Es decir, tensiona músculos, prepara el cuerpo para
la potencial huida, redirige la circulación sanguínea, paraliza procesos
internos no vitales, para atender una supuesta amenaza que no existe… pero que estamos imaginando.
¿Qué logra todo esto?… Pues ni más ni menos, que nuestro sistema
inmunitario se desgaste, se colapse y no pueda repeler ataques que, en
situaciones normales, está combatiendo y rechazando a diario (cuando funciona bien, claro está).
Así pillamos una gripe, sufrimos alergias, tardamos más en cicatrizar o en repeler infecciones, etc.. etc…
Y todo comienza por la actividad mental.
Debemos tener en cuenta, ahora que sabemos cómo opera la bioquímica de
nuestro cerebro, que nuestros pensamientos son las “instrucciones” que
le dará nuestro cerebro a nuestro hipotálamo para que éste cree las
hormonas que correspondan a ese estado mental. Si no cuidamos nuestros
pensamientos y procesos mentales, la bioquímica de nuestro organismo
sencillamente seguirá un patrón equivocado y nos inundará de toxinas
que no juegan a nuestro favor, sino que nos debilitan, primero
emocionalmente y después orgánicamente.
Nuestros órganos dejan de funcionar adecuadamente para hacerlo en modo
“alerta”, si vivimos bajo situaciones de estrés sostenido, prisa,
preocupación y ansiedad. Con ello la circulación sanguínea falla, la
tensión se dispara, la actividad nerviosa salta por los aires y aparecen
las enfermedades en órganos como el corazón, los riñones, el páncreas y
un largo etcétera de variables.
Del mismo modo, esas instrucciones incorrectas que no hemos sabido parar y revertir en nuestros pensamientos afectan a nuestro sistema emocional: agotamiento, pena, rabia, frustración, depresión, bipolarismo… y un largo etcétera de variables de orden nervioso y emocional. Tan peligrosas o más que las orgánicas.
EL CONOCIMIENTO ES LA SOLUCIÓN
Ahora que sabemos cómo se origina el proceso (pensamiento – hipotálamo –
hormonas – envenenamiento del cuerpo – destrucción del sistema
inmunitario) podemos también invertir el proceso.
Pensamientos de confianza, amor, seguridad, tranquilidad, calma, paz,
alegría… Inician una secuencia totalmente diferente a la que da lugar a
enfermedades. En estos otros casos, nuestro hipotálamo produce
hormonas endorfinas, placenteras, de anestesia, calma, tranquilidad etc…
Que contribuyen a que nuestro organismo pueda operar con normalidad y
no bajo amenazas.
Nuestro sistema inmunitario puede hacer su trabajo de manera eficiente,
el riego sanguíneo sigue el modelo y ritmo óptimos, nuestros órganos
operan bajo condiciones perfectas.
Y todo comienza con el detonante inicial: los pensamientos: la llave a la bioquímica del cuerpo humano.
Ahora, ya sabes qué hay detrás de cada emoción y de por qué te sientes como te sientes en cada momento.
Ahora también sabes de qué forma y por qué pasos, un pensamiento se convierte en una toxina y afecta a tu organismo enfermándolo, o todo lo contrario: sanándolo.
Y, como siempre que aprendes algo nuevo e importante, ahora tú eres el
dueñ@ de hacer los cambios oportunos, porque es tu calidad de vida y tu
salud las que están en juego.
Saludos cordiales.
Escrito por Alquimista
TWITTER: @alquimistaverda
No hay comentarios:
Publicar un comentario