Investigadores del catalán Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa
han comparado muestras de pacientes con Síndrome de Fatiga Crónica
(SFC) y personas sanas con el objetivo de explorar nuevas herramientas
de diagnóstico. Actualmente, la detección de esta enfermedad se basa
sólo en la evaluación de los síntomas. Los científicos han identificado
moléculas presentes en las células del sistema inmunitario de los
pacientes de SFC que podrían utilizarse en estudios de muestras
criopreservadas, lo cual tendrá utilidad de cara a futuros estudios
multicéntricos internacionales.
El síndrome de fatiga crónica se caracteriza porque quien lo padece
siente un gran cansancio prolongado que no desaparece cuando la persona
descansa y que tampoco es debido a otra dolencia. Se trata de un
síndrome muy difícil de diagnosticar, no se conoce bien la causa que lo
origina, aunque se piensa que pude tratarse de un tipo de enfermedad
autoinmune.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (JuntosBien).
El síndrome de fatiga crónica (SFC) es un trastorno devastador y complejo. Las personas con SFC tienen un cansancio abrumador y una gran cantidad de otros síntomas que no mejoran con el descanso en la cama y que pueden empeorar con la actividad física o el esfuerzo mental. A menudo realizan actividades a un nivel sustancialmente menor de lo que eran capaces antes de la aparición del trastorno.
El SFC, también llamado Encefalomielitis Miálgica, es una enfermedad que afecta a los sistemas inmunitario, neurológico, cardiovascular y endocrino. Este es el motivo del cansancio constante que no puede atribuirse a un esfuerzo reciente y que no mejora con el descanso, una pérdida sustancial de concentración, dolor muscular y en las articulaciones, sensibilidades químicas múltiples y una sensación de estado gripal permanente. También puede causar intolerancia a la luz, al estrés emocional y a la actividad física. Por todo ello, los pacientes se ven obligados a reducir de forma significativa su actividad diaria.
Entre los principales síntomas se pueden destacar los siguientes:
> Gran fatiga que dura como mínimo seis meses y que no desaparece tras periodos prolongados de descanso. Esta fatiga es tal que resulta limitante, impidiendo a veces al enfermo llevar a cabo tareas que antes realizaba con normalidad en su vida cotidiana.
> No levantarse descansado después de un periodo de sueño suficiente.
> Falta de memoria, dificultad para concentrarse, confusión o irritabilidad.
> Dolores de cabeza y en las articulaciones, así como dolores musculares.
> Dolor de garganta y sensibilidad en los ganglios linfáticos del cuello.
> Debilidad muscular.
Esa fatiga severa, febrícula o fiebre, sueño no reparador, intolerancia a la luz (fotofobia), al sonido (hiperacusia) y a los cambios de temperatura, dolor muscular y en las articulaciones, sensibilidades químicas múltiples, sensibilidad electromagnética y a otros factores ambientales, sensación de estado gripal permanente, faringitis crónica, pérdida sustancial de concentración y memoria, desorientación espacial, intolerancia al estrés emocional y a la actividad física, entre otras manifestaciones, fue atribuida en el pasado a diversos factores.
En los años '80 se le llamó 'gripe del yuppie', pues se pensó que afectaba especialmente a jóvenes profesionales urbanos, entre 20 y 40 años, que sufrían de agotamiento por estrés.
Posteriormente se pensó que se trataba de una infección crónica del virus de Epstein-Barr, causante de la llamada mononucleosis infecciosa o "enfermedad del beso".
Más tarde se propuso un sobrecrecimiento intestinal infeccioso del hongo Candida albicans (candidiasis), fruto del estilo de vida estresante, la inadecuada alimentación rica en azúcares e hidratos de carbono de absorción rápida, el exceso de consumo de antibióticos y corticoides, etc.
Otras teorías señalan a los pesticidas o agentes químicos tóxicos ambientales y alimentarios excesivos en las sociedades industrializadas (intoxicaciones por insecticidas organofosforados, disolventes y por monóxido de carbono).
También se ha considerado asociado a situaciones de alteración del ritmo o calidad del sueño y de estrés psicológico intenso como el mobbing (acoso laboral) y el trastorno por estrés postraumático.
Incluso a situaciones de hipersensibilidad ambiental como la sensibilidad química múltiple, y los síndromes del Edificio Enfermo y de la Guerra del Golfo.
Por lo tanto, 2 conclusiones:
> No existen pruebas específicas que determinen la existencia de este síndrome, por lo que se suelen realizar diferentes estudios al paciente para excluir otros diagnósticos que podrían ser las causas de los síntomas; y
> Tampoco existe un tratamiento que elimine el síndrome de fatiga crónica, por lo que las medidas tienden a hacer desaparecer los síntomas. Normalmente se aconseja al paciente que lleve una alimentación equilibrada y se le enseña a manejar sus fuerzas. Si el paciente sufre depresión o trastornos del sueño, se le proporciona medicación para tratarlos.
La enfermedad afecta a un 0,5% de la población mundial y la proporción por género es de 9 mujeres por cada hombre. Y, aunque no se considera una enfermedad mortal en sí misma, es probable que exista un número elevado de decesos debidos a ella, ya que las causas de la muerte de estos enfermos suelen estar ligadas a fallo cardíaco, cáncer o suicidio, por lo que es difícil reconocerlas en su origen.
Con esos antecedentes se encaró el estudio titulado “Caracterización de células T-reguladoras en pacientes con EM/SFC” ha sido financiado gracias a una campaña de micromecenazgo en Verkami (sitio web especializado en financiar proyectos creativos, basado en aportaciones individuales de personas a las que les interesa dicho proyecto) impulsada por la Asociación de Sanitarios al Servicio de la Encefalomielitis Miálgica (ASSSEM), recaudó 29.000 euros. Con la colaboración de la Unidad de Fatiga Crónica del Hospital Universitario Vall d’Hebron, el Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa realizó la investigación.
“Los enfermos de SFC tienen alteraciones del sistema inmunitario: inflamaciones, fenómenos autoinmunes, infecciones recurrentes… Falla alguna cosa del sistema inmunitario, pero no sabemos exactamente qué”, explica el Dr. Julià Blanco, investigador del Institut d’Investigació en Ciències de la Salut Germans Trias i Pujol en IrsiCaixa, coordinador del estudio y responsable del grupo de Virología e Inmunidad Celular. Se estima que el SFC afecta a 1 de cada 1.000 personas en España, aunque se trata de una cifra difícil de calcular debido a los problemas de diagnóstico de esta enfermedad.
“Produce una sintomatología difícil de cuantificar, por lo que los criterios de diagnóstico pueden variar mucho entre, por ejemplo, ciudades diferentes”, añade el Dr. Blanco. Ahora, su equipo ha identificado 5 moléculas que podrán utilizarse en estudios internacionales destinados a mejorar la detección de esta enfermedad.
El equipo de Blanco ya identificó en 2013 una combinación de 8 marcadores inmunológicos que se asociaban con el SFC. A raíz de ello, la Asociación de Sanitarios al Servicio de la Encefalomielitis Miálgica, ASSSEM, organizó en marzo de 2014 una campaña de micromecenazgo en Verkami para financiar la continuación de este trabajo previo. Los objetivos del proyecto, para el que se recaudaron 29.000 euros, eran definir nuevas herramientas de diagnóstico, comprender mejor las causas del SFC e identificar posibles dianas terapéuticas. Los resultados fueron presentados en el Biomedical Research into ME Colloquium 5, los días 26 y 27 de mayo en Londres, Reino Unido.
Validez en muestras congeladas
En su estudio previo, realizado con muestras frescas de 22 pacientes y publicado en el Journal of Translational Medicine, científicos de IrsiCaixa habían detectado que los pacientes con SFC presentan alteraciones en las células T-reguladoras y NK del sistema inmunitario, y señalaron 8 marcadores que podrían ayudar al diagnóstico. Ahora, para el estudio “Caracterización de las células T-reguladoras en pacientes con EM/SFC”, los investigadores han trabajado con muestras criopreservadas de 18 pacientes de SFC y 18 personas sanas.
Comparando las características del sistema inmunitario en ambos casos, los científicos han confirmado que al menos 5 de las 8 moléculas identificadas con anterioridad se pueden medir en células congeladas. Algunas de estas moléculas se asocian al funcionamiento de las células T-reguladoras.
Las células del sistema inmunitario se clasifican dentro de grupos diferentes. Estos grupos se encuentran interconectados, y lo que pasa en uno afecta a los demás. Las células T-reguladoras son un grupo reducido pero muy importante, ya que controlan la actividad de las células T, que son las más numerosas y las encargadas de coordinar la respuesta inmunitaria.
Futuros proyectos
Los resultados obtenidos son especialmente útiles de cara a la realización de futuros estudios que validen estos datos, que se realizarían a nivel internacional y siempre con muestras congeladas.
De hecho, IrsiCaixa prepara actualmente una investigación que se realizará por iniciativa de la Fundación de Afectados y Afectadas de Fibromialgia y Síndrome de Fatiga Crónica (Fundación FF).
Este proyecto, que se llevará a cabo en colaboración con la Unidad de Fatiga Crónica del Hospital Universitari Vall d’Hebron, el Biobanco del London School of Hygiene and Tropical Medicine y el Biobanco del Oslo University Hospital, analizará 180 muestras que permitirán generar una base de datos conjunta para próximos estudios y comprobar si hay diferencias de diagnóstico entre distintos centros y países, lo que podría tener implicaciones clínicas.
Además, se asociará la disfunción inmunitaria con la severidad de la enfermedad y se estudiarán las posibles alteraciones de las células B del sistema inmunitario en pacientes con SFC.
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