Al
igual que otras devastadoras enfermedades como las esclerosis o la
fibromalgia, la artritis tiene un origen autoinmune.
¿Está la flora
intestinal detrás?
Se trata de una enfermedad conocida desde hace siglos; aunque no fue definida como tal hasta 1900 de manos del médico francés Augustin Jacob Landré-Beauvais, enfermedades semejantes son nombradas ya por Hipócrates o Galeno. Pese a esto, a día de hoy ni tiene cura ni se conocen sus causas.
Pero hay novedades.
Lo que sí sabemos es que, al igual que otras devastadoras enfermedades como las esclerosis o la fibromialgia, la artritis tiene un origen autoinmune: es causada por un fallo en nuestro sistema inmunitario, que ataca por error a las células del propio organismo. Y este fallo, como apuntan cada vez más investigaciones, podría estar ocasionado por un cambio en nuestra flora intestinal.
Un estudio publicado en 2013 por Jose Scher, reumatólogo de la Universidad de Nueva York, mostró que las personas que padecen artritis reumatoide tenían muchas más posibilidades de albergar en su intestino la bacteria Prevotella copri que la gente que no padecía la enfermedad. Podría ser sólo una coincidencia, pero en otro estudio, Scher descubrió que la artritis psoriásica –la inflamación de las articulaciones causada por la psoriasis, otra enfermedad autoinmune–, tenían una cantidad significativamente menor de determinadas bacterias intestinales. ¿Otra coincidencia?
El secreto está en nuestras tripas
Como apunta un revelador artículo de David Kohn para The Atlantic, las investigaciones de Scher son sólo unas de las miles que apuntan a que los cambios de nuestra microbiota –esto es, el conjunto de microorganismos que conviven normalmente en nuestro cuerpo– afectan de forma determinante a nuestra salud.
La población
de microorganismos que convive con nosotros excede al número de células
propias en una relación de 10:1, por cada célula humana llevamos con
nosotros 10 microbios
La población de microorganismos que
convive con nosotros excede al número de células propias en una
relación de 10 a 1: por cada célula humana llevamos con nosotros 10
microbios. Estas bacterias están repartidas por todo el cuerpo, pero son
especialmente numerosas en nuestro aparato digestivo. El tracto
intestinal alberga miles de especies distintas de bacterias, que pesan
en conjunto entre medio kilo y kilo y medio. Es también en el intestino
donde residen la mayor parte de nuestras defensas: al menos dos tercios
de las células inmunes.Muchas de estas bacterias cumplen funciones esenciales para nuestro cuerpo (las más) y otras perjudican su correcto funcionamiento (las menos). Y lo que cada vez parece más claro es que su influencia no se limita al tracto digestivo: hay cambios en la flora intestinal que afectan a nuestra salud en conjunto y pueden generar enfermedades que aparentemente no tienen nada que ver con lo que ocurra en nuestras tripas, como es el caso de la artritis.
“Esto supone un cambio en el paradigma”, asegura Scher en The Atlantic. “Al incluir la microbiota hemos añadido un nuevo jugador a la partida”. Un jugador que en realidad son miles, tantos como bacterias distintas pueden pulular por nuestro intestino.
“Nuestra microbiota ha cambiado de forma significativa en el último siglo, especialmente en los últimos 50 años”, asegura en The Atlantic el microbiólogo de la Universidad de Nueva York Martin Blaser. El investigador cree que el uso masivo de los antibióticos está detrás de la extinción de numerosos microbios que antes se encontraban de forma natural en nuestro cuerpo. Pero los fármacos no son los únicos culpables: los cambios en la dieta, el exceso de higiene y un menor contacto con la naturaleza también tienen su parte de culpa.
Encontrar la relación directa entre cada tipo de bacteria y cada enfermedad autoinmune es una tarea harto compleja
Este cambio acelerado que está sufriendo nuestro ecosistema bacteriano
podría estar directamente relacionado con el aumento de la incidencia
de las enfermedades autoinmunes ––y también, creen algunos científicos,
con la obesidad–.Blaser, en concreto, ha estudiado la relación entre los cambios de la microbiota y el asma. La bacteria Helicobacter pylori está presente en la mayoría de los adultos del mundo, y en toda la población de los países en desarrollo, pero tras analizar la composición de la flora intestinal en un grupo de niños estadounidenses Blaser descubrió que sólo un 6% contaban con esta bacteria. En su opinión, la desaparición de la Helicobacter en los países desarrollados está directamente relacionada con el abuso de antibióticos, y podría estar detrás del aumento en la incidencia de enfermedades como el asma, pues, según sus estudios, su presencia reduce la respuesta inmunitaria del cuerpo a los estímulos del aire. Se trata, en definitiva, de una carmabola difícil de rastrear, pero potencialmente fatídica. Y lo peor de todo es que podría estar dándose entre muchas bacterias y otras tantas patologías.
Encontrar la relación directa entre cada tipo de bacteria y cada enfermedad autoinmune es una tarea harto compleja, pero la relación entre una cosa y otra puede entenderla cualquiera. Las bacterias que pueblan nuestro intestino se han desarrollado gracias a que han sabido controlar la respuesta de nuestro sistema inmune a los intrusos. Después de cientos de años conviviendo con nosotros han convencido a nuestras defensas de que no son malas y han regulado su respuesta ante los invasores: en definitiva, han mantenido a raya a nuestro sistema inmune para que no se sobrepase en sus funciones.
¿Qué está ocurriendo? Al cambiar la composición de nuestra microbiota, ya sea porque hay bacterias distintas o porque el ratio entre ellas es desproporcionado, el sistema inmune se confunde y empieza a atacar no sólo a las bacterias que atacaba antes, sino al cuerpo mismo.
En busca de soluciones
Dado que las enfermedades autoinmunes podrían estar causadas por los cambios en la microbiota es lógico pensar que reajustando ésta es posible encontrar una cura para estas patologías. Y así es, pero aún queda un largo camino por recorrer.
Los científicos son muy escépticos respecto a las supuestas bondades de los alimentos probióticos
Para
empezar, aunque descubramos que una bacteria está relacionada con una
enfermedad es difícil intervenir sobre esta hasta que no sepamos por qué
está relacionada. Volviendo al caso de la artritis reumatoide, sabemos que las personas que albergan la Prevotella copri tienen
más posibilidades de desarrollar la enfermedad, pero no sabemos si es
porque esta bacteria sobreestimula el sistema inmune, que acaba atacando
las articulaciones, o es porque desplaza a otras bacterias que se
encargan de que nuestras defensas no sean demasiado agresivas. En otros
casos es aún más complejo: la enfermedad podría estar causada no por la
presencia o ausencia de una u otra bacteria, sino por la ausencia o
presencia de las moléculas que estás producen.De un tiempo a esta parte se han puesto muy de moda los productos probióticos, cócteles de bacterias beneficiosas que supuestamente restauran la salud de nuestra flora intestinal. Pero los científicos siguen siendo muy escépticos sobre sus bondades. “Los probióticos por lo general son seguros, pero apenas se ha experimentado con ellos”, asegura Scher. “Existe la idea de que puedes simplemente remplazar algunas bacterias que ya no están. Pero no creo que sea tan simple”.
A Scher le parece más eficaz promover cambios en la dieta. Algunos pacientes con artritis reumatoide se han beneficiado de una dieta vegetariana o mediterránea, aunque aún nadie sabe por qué ocurre esto exactamente.
Está claro que la cura de muchas de estas enfermedades se esconde en el laberinto microbiótico de nuestro intestino, pero aún estamos en la puerta de este, y no es de esos en los que se ve la salida.
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