Vivimos entrecruzados por innumerables ciclos, externos e internos, sin ser conscientes de cómo nos afectan; observarlos y sincronizar nuestro cuerpo con el tiempo de la tierra y del cosmos, parece ser una de las formas más sabias para procurar la salud.
Mientras
los hombres más se liberan de la sumisión a los ciclos externos de la
naturaleza, recayendo en ciclos sociales variables creados por ellos
mismos, más aumentan el riesgo de sufrir trastornos internos. – Kevin Lycn What Time is this Place?
El hombre
moderno se conduce como un ser en un estado de casi permanente urgencia,
siempre buscando capitalizar el tiempo, para quizás algún día poder
desacelerar y empezar a disfrutar del mismo. Colectivamente hemos
interiorizado al tiempo como equivalente al dinero –lo mismo que decimos
del dinero lo decimos del tiempo: lo invertimos, lo ahorramos, lo
gastamos o nos hace falta, etc. Esto condiciona la “riqueza”, la
profundidad y las posibilidades de nuestras experiencias, actividades y
relaciones.
Douglas Rushkoff, en su libro Present Shock,
advierte que, ligados a un tiempo digital, asincrónico, construido
artificialmente por el mercado y la tecnología, nos hemos alejado del
tiempo orgánico de la naturaleza, del sol y de la luna. Los griegos, nos
dice Rushkoff, distinguieron entre el tiempo de Cronos y el tiempo de
Kairos. Cronos es el tiempo cuantitativo del reloj, hecho de fragmentos,
de pulsos absolutos. Kairos es el tiempo cualitativo, oleaginoso,
usualmente entendido “como una ventana de oportunidad creada por las
circunstancias, dios, el destino. Es el tiempo ideal para atacar,
proponer matrimonio o tomar una cierta acción”.
La mayoría
de nosotros vivimos en el tiempo de Cronos, el inflexible dios que hace
las reglas y cobra intereses. “Vivimos en una sociedad que fue
reconfigurada hace 500 años para impedir que las personas se involucren
de manera significativa y poderosa con el mundo”, dice Rushkoff. Hemos
programado el tiempo, al igual que el dinero, para hacer más eficiente
nuestra producción y alimentar la economía del crecimiento perpetuo.
Pero, lastimosamente, esta forma de concebir el tiempo nos ha cobrado
factura, programándonos sociobiológicamente en su imagen y semejanza. Y
es que nuestra identidad no se puede separar fácilmente del tiempo, si
alteramos la forma en la que vemos y experimentamos el tiempo alteramos
esencialmente lo que es ser humanos en el mundo.
El tiempo es salud, ritmo, coherencia
Hoy
vivimos en un tiempo dictado fundamentalmente por la economía; antes el
tiempo era dictado por la ecología. El tiempo era algo que nos
vinculaba con la naturaleza y a través del cual podíamos tomar
conciencia de la relación entre lo que sucede en nuestro cuerpo y lo que
sucede en la naturaleza o en el cosmos. Todavía medimos el tiempo en
relación a ciertos ciclos naturales, pero nuestra vida transita
mayormente desfasada de estos ciclos, sin prestar atención a los
diferentes tiempos que confluyen en cada tiempo y sin distinguir la
cualidad intrínseca –y el potencial– de los diferentes momentos.
La
naturaleza puede ser vista como un concierto de ciclos, más o menos
afinados y sincronizados, corriendo en paralelo. Imagina un río en el
que se arrojan varias piedras, cada una de ellas genera ondas sobre la
superficie, muchas de las cuales se entrecruzan, además de estar también
embebidas en el propio flujo del río. Así, toda la vida y la materia
misma se mueven en ciclos: “ondas ondeando dentro de ondas”, como notara
el médico Irving Dardik. Vivimos inmersos en ciclos galácticos,
solares, planetarios que tienen su microcosmos en ciclos bioquímicos,
glandulares, hormonales, celulares. El cuerpo humano está basado en
cientos de ciclos simultáneos que oscilan y forman bucles de
retroalimentación entre sí y con los ciclos del medio ambiente. Ciclar
es la forma en la que un organismo se autorregula y se renueva; es lo
que permite que ahorre energía y catalice esfuerzos. “Retornar es la
característica principal del Tao”, dice el Tao Te-Ching.
El
funcionamiento de nuestro cuerpo está vinculado a estos ciclos, que
pueden dividirse en circadianos (un día), ultradianos (menos de un día)
infradianos (más de un día). Por más que podamos adaptarnos a los
horarios de oficina, a los requerimientos de nuestro jefe de trabajo o a
vivir siempre conectados a través de nuestros gadgets, es muy probable
que nuestro cuerpo funcione mejor cuando escucha sus propias necesidades
y se mueve en sintonía con las estaciones y con los ciclos naturales
con los que ha evolucionado simbióticamente. Después de todo, la vida
lleva trabajando unos 4 mil millones de años bajo estos ciclos y estos
ritmos. Desfasarnos y nadar en contra de las olas nos hace gastar
energía y puede acabar enfermándonos, algo que ha empezado a descubrir
la cronobiología.
El Dr. Larry Dossey, en su libro Space, Time and Medicine,
concluye que “muchas enfermedades, tal vez la mayoría, podrían ser
causadas por percepciones incorrectas del tiempo”. Algo similar señalan
Philip Zimbardo y John Boyd en su libro The Time Paradox: “ Una serie de problemas fisiológicos y psicológicos pueden sobrevenir cuando uno vive en armonía con el tiempo”.
La forma
en la que el tiempo y los diferentes ciclos afectan los procesos
biológicos humanos es innumerable. Una de las formas más conocidas es
la relación entre el ritmo circadiano y la producción de melatonina, la
cual se incrementa en la noche y se ve afectada por la exposición a la
luz eléctrica. Alterar nuestra producción de melatonina puede afectar
seriamente nuestra calidad de sueño, lo cual a su vez tiene un efecto
directo en el funcionamiento de nuestro sistema inmune. Pero el tema es
mucho más complejo e interrelacionado, sabemos, por ejemplo, que perturbaciones geomagnéticas afectan la secreción de melatonina.
Una tormenta solar puede afectar cómo duermes o incluso lo que sueñas
esta noche (tormentas solares que a su vez siguen un patrón relacionado a
los ciclos de las manchas solares, el llamado ciclo de los 11 años).
Además de la melatonina, el cortisol, la prolactina y otras hormonas
también oscilan durante el día y se ven afectadas por ciclos
ambientales.
La Luna, el antiguo reloj interno
Nuestra
desconexión de los ciclos naturales hace que nos sorprendamos cuando
descubrimos la miríada formas en las que estamos ligados a nuestro
entorno y cómo éste nos afecta sutilmente de manera tan diversa. Pero al
menos hayuno de estos ciclos que casi todos conocemos que nos recuerda
nuestro vínculo cósmico: la relación entre el ciclo menstrual de las
mujeres y el ciclo lunar. La luna no sólo afecta los flujos menstruales
femeninos, afecta todo tipo de flujos en todo tipo de organismos.
Estudios sugieren que el ciclo lunar afecta la ovulación, la retención
de orina, y se correlaciona con episodios de diarrea y problemas
cardiovasculares.
El Dr. Mark Filippi, un asesor conductual neoyorkino, incluso ha elaborado un sistema que relaciona la producción dominante de ciertos neurotransmisores con las fases lunares.
Basándose en el trabajo de diversos científicos e investigadores como
Irving Dardik, Joel Robertson y David Goodman, Filipi ha desarrollado un
calendario en el que sincroniza el ciclo lunar con cuatro dominios
fundamentales del cuerpo humano, los cuales identifica en relación a la
acetilcolina, la serotonina, la dopamina y la norepinefrina. Cada semana
de la luna uno de estos neurotransmisores entra en apogeo, dándole al
tiempo una cualidad especial que favorece cierto tipo de actividades y
de actitudes. Según Douglas Rushkoff, seguir el método de Filipi le
permitió escribir su libro Present Shock en menos tiempo y con
mejor productividad. Resulta que hay mejores momentos que otros para
escribir; algunos son mejores para editar; otros para buscar nuevas
ideas, etc. Estar conectados a la luna puede ser más útil que tener
conexiones en la bolsa de valores.
Filippi,
quien trabaja en Nueva York con todo tipo de pacientes, desde
empresarios a atletas, me contó sobre su sistema, al que llama Somatic
Method, en una entrevista telefónica. Mark concibe su sistema como una
“orientación”, una forma de navegar el mundo de manera coordinada entre
el mundo interno y el mundo externo. Para empezar, la clave parece ser
simplificar nuestros procesos de atención cronobiológica –-notar lo que
le pasa al cuerpo en un momento específico. Mark llama a esto “SIMPLES”:
hacer algo que tiene asociado una etiqueta de tiempo. “Simplemente
poner atención a tu respiración es una forma de autorregular tus
ciclos”. La idea es notar que “es mejor hacer ciertas cosas durante
ciertos momentos del día que otros o durante ciertas partes del ciclo
lunar”. El sólo hecho de detenernos a observar nuestra relación con el
tiempo ya es un paso enorme. Esto nos lleva a darnos cuenta de que “no
todos los jueves son iguales”, aunque socialmente estemos programados a
hacer las mismas cosas y esperar los mismos resultados. Si tomamos
conciencia de los ritmos y de la diferencia entre los momentos, de la
tendencia que tiene su onda o su particular frecuencia, poco a poco
podemos ir incrementando nuestra coordinación mente-cuerpo y cosechar
estados de mayor coherencia biológica.
Distinguir
la cualidad específica del tiempo y navegar de manera coordinada los
diferentes ciclos no sólo aumenta nuestra creatividad, dándonos la
posibilidad de subirnos a las olas cósmicas, es una forma de
inteligencia preventiva, de cuidado a la salud. “Necesitamos entrenarnos
para la recuperación, estamos socialmente predispuestos a operar de
manera exhaustiva, así que básicamente sobre-trabajamos y subestimamos
la importancia de apoyar la recuperación. Al final acabamos con residuos
que nos van mermando y nuestros cuerpos no se pueden recuperar,
sobreestimulamos nuestro sistema inmune. Trabajamos ‘todo o nada’ y
luego las personas se quiebran… Nadie sabe cómo digerir o dormir
involucrando el sistema parasimpático”, dice Mark.
“Necesitamos
distinguir y coordinar diferentes ritmos dentro de nuestra experiencia
cotidiana del tiempo cronológico y girar hacia un sentido más creativo
del timing, como hacen los músicos de jazz. Esta sola habilidad
es una forma de aplicar nuestra capacidad innata para asegurar un
bienestar a largo plazo. Nos hace hablar el lenguaje de la naturaleza…
Sin esta habilidad operando, vivimos en un fragil estado de “huir o
pelear” que puede consumir nuestros recursos y nos coloca en el camino
del envejecimiento acelerado y de los trastornos crónicos (cronológicos)
décadas más tarde”, agrega Filippi, invitándonos a un jamming
biológico.
Una forma
de asegurarnos de que nuestro cuerpo recibe el descanso adecuado es ver
los ciclos de manera fractal, permeando todos los aspectos de nuestra
experiencia. De la misma manera que durante un año existen cuatro
estaciones y tenemos cuatro fases lunares en un mes, el día puede
dividirse en cuatro y así una hora e incluso un minuto tienen sus
diferentes aspectos. El día tiene su propio invierno y hay momentos en
los que seguir trabajando significa gastar una gran cantidad de energía
que puede quemar nuestras naves para las siguientes jornadas. En este
espíritu y para no desgastar demasiado nuestra atención y poder asimilar
la información –darle su tiempo– aquí concluiremos esta introducción a
la cronobiología. En la siguiente parte de esta serie entraremos más a
fondo en el sistema de Filippi y exploraremos la fascinante conexión
entre la luna y el cerebro humano. Mientra tanto Festina lente! O, en palabras de Mark: “mantengan sus sentidos afilados y sus ondas suaves”.
Soma-Space (sitio de Mark Filipi)Twitter del autor: @alepholo
REFERENCIAS
http://pijamasurf.com/2015/03/la-cronobiologia-o-la-importancia-de-vivir-en-sincronia-con-los-ciclos-naturales/
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