Nos lo dijo Buda: "La mente es la precursora de todos los estados y todos los estados entroncan en la mente". La mente es el órgano que nos permite experimentar, sentir, analizar y discernir. Es el escenario donde interpretamos lo que va sucediendo. Y hasta que se esclarece resulta un juego de espejos distorsionantes que no nos permiten ver lo que es cómo es, y de ahí que, volviendo a Buda: "Ven y mira". Por tanto, conecta con lo que es más allá de si te gusta o disgusta, libre de recuerdos y de fantasías, de pasado y de futuro.
La mente acumula y acarrea. Al final se torna discapacitada, empañada por toda suerte de condicionamientos, con estrechos puntos de vista y toda suerte de heridas, frustraciones, complejos, carencias y viejos patrones. Una mente así, ¿puede ser una mente fiable, solvente, aliada?
La mente tiene que ser saneada y para ello hay que irla reorganizando en base a la atención, la ecuanimidad, la claridad y la lucidez. De otro modo, uno no puede fiarse de la mente y sus interpretaciones son personalistas, falaces y a menudo neuróticas.
Siempre ha sido un problema la mente. Genera sufrimiento propio y ajeno innecesario. Por eso si algo urge, por el bien propio y el de los demás, es cambiar la mente. Pero requiere ingeniería muy especial para lograr modificar viejos modelos de pensamiento que engendran aflicción, en actitudes sanas y cooperantes. La mente se puede entrenar y desarrollar. Uno no solo es como es, sino como quiere ser. El trabajo sobre la mente viene de muy atrás, cuando el ser humano descubrió que la mente estaba en estado de caos y no era fácilmente gobernable. Y una mente que no puede gobernarse es un manantial de sufrimiento inútil.
Hay que seguir toda una estrategia bien definida y eficiente para ir mejorando la calidad de la mente e ir consiguiendo refrenar o al menos debilitar muchos de sus condicionamientos. Una mente condicionada no es una mente libre. Ella nos domina y nosotros somos hojas a merced del sus vendavales. Una mente tal se puede convertir en el peor enemigo, del mismo modo que una mente bien gobernada puede tornarse en una fiel colaboradora.
Si la misma mente que ata es la que desata, hay que buscar el modo de ir logrando una mente más libre e independiente, lo que nos favorecerá a nosotros y a los demás. Hay que aprender a conocer y relacionarse con la mente. Ella tiene sus leyes... y sus trucos. A veces es una gran tramposa y en cualquier caso como una experta maga, a la que hay que tratar de descubrir sus artimañas.
Nos deberían enseñar desde niños a examinar la mente. Nos enseñan infinidad de cosas inútiles, pero no a conocer y regular esa inseparable compañera que es la mente. Pero ya que no nos enseñaron cuando éramos niños, nunca es tarde para comenzar el aprendizaje necesario para conocer, organizar, sanear y armonizar la mente. Lo dijo sabiamente Ramón y Cajal: "Somos el arquitecto de nuestro propio cerebro."
La meditación nos ayuda a liberarnos de todo lo tóxico que empaña la mente y a desarrollar una nueva manera de ver y, por tanto, de ser y proceder. Podemos resignarnos a nuestra propia necedad o ignorancia básica de la mente o tratar de irla superando. Ya lo dijo Buda con su habitual precisión: "Uno mismo se hace el bien; uno mismo se hace el mal". Y cuando logramos estar armónicos, contribuimos a la armonía de los demás, pero cuando seguimos alimentado una mente insana, no hacemos otra cosa que aportar insania a los otros. La meditación nos ayuda a ir superando los viejos modelos de pensamiento que causan aflicción, para tener una actitud sana fundamentada en el esfuerzo, el sosiego, la atención, el contento interior, la ecuanimidad y la lucidez. Cuando nos sentamos a meditar volvemos a nosotros mismos, dejamos de centrifugarnos para establecernos en nuestro centro. Se reorganiza la psique y se limpia la mente. En este sentido todas las técnicas de atención a la respiración son una joya. Cada vez que se siente la respiración, el meditador se sitúa en el momento presente y fuera del circuito de apegos y aborrecimientos. Hay un drenaje del fango del subconsciente y se va labrando una actitud sana para la vida cotidiana, puesto que hay que lograr tender un puente entre la meditación sostenida y una actitud meditativa en la vida diaria.
Nuestra mente puede labrar esclavitud o libertad. De ella puede salir lo peor o lo mejor. Contamos con herramientas para mejorar nuestra calidad de vida psíquica. ¿Por qué resignarnos a una mente de primate u homoanimal si podemos aspirar a una mente realmente humana?
Ramiro Calle
https://verdemente.com
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