domingo, 30 de marzo de 2014

La alimentación y otros hábitos.



No solo la oración y la meditación constituyen los medios por los cuales se consigue elevar y mantener la vibración energética.

Es más, si aunque estas se practicaran con gran rigurosidad y afán, pero con posterioridad no se tuviesen en cuenta otras consideraciones, desharemos el camino recorrido, resultando inútil el empeño y dedicación invertidos.

En este caso, sí cobra una especial relevancia todo lo concerniente a la alimentación. Los Mensajes Canalizados indican que la ingesta de carnes y pescados reduce la frecuencia de vibración energética en gran medida, destacando los efectos de la carne roja como los que más se pueden acusar en este sentido, todo ello con la inevitable repercusión que tendrán sobre el ritmo evolutivo del ser humano.

Esto no es solo debido al tipo de alimentación basada en químicos que se proporciona actualmente en industrias ganaderas, granjas y criaderos, sino también por las energías de miedo y sufrimiento que los animales generan al morir y que quedan remanentes en todas sus células, que, al ser ingeridas, facilitan la incorporación de dichas energías a nuestros cuerpos energéticos, pudiendo ser percibidos estos aspectos y bloqueos mencionados con la alteración y distorsión consecuentes hasta que puedan ser completamente diluidos.

No habría descartar el detalle de que, en el preciso momento en que un animal muere, su cuerpo genera automáticamente toxinas, propias de un proceso de descomposición, aunque dicho proceso pueda ser retardado por los medio convencionales ya conocidos. Esas toxinas también son ingeridas, provocando a largo plazo efectos cardiovasculares considerables, de los que adolece esa parte de la población adicta, sobre todo, a la carne.

En una alimentación basada especialmente en vegetales: legumbres, cereales, verduras y frutas, lo más ecológicos y naturales, puede estar la clave de ese aporte que permita el consumo de nutrientes necesario sin detrimento del nivel energético.

Es cierto que se ha difundido la información falsa de que la carne, el pescado y sus derivados son los que facilitan la cantidad de proteínas que el cuerpo físico necesita para su desarrollo. Por otro lado, existe ya la suficiente información al respecto que nos especifica de forma matizada que realizando una alimentación que considere el aporte, en el mismo día, de legumbres (lentejas, alubias, garbanzos, soja, etc.) y cereales (arroz, trigo, avena, pasta, etc.) garantizamos un nivel proteico más que aceptable para un desarrollo adecuado en lo que al cuerpo físico y a una actividad diaria normal se refiere, aunque mucho facultativos desconozcan estos preceptos. Muchos de ellos estudiaron bajo los resultados de experimentos realizados en animales que en la actualidad se han comprobado que no se identificaban con las necesidades reales del cuerpo humano.

De esta forma, con la mezcla de legumbres y cereales, pasta con verduras y un poco de queso, etc., en algunas de las comidas diarias o en comidas distintas, pero en el mismo día, aseguramos que se completen cadenas de aminoácidos esenciales por la combinación de los aminoácidos predominantes en unos alimentos y otros, consiguiendo, a veces, más gramos de proteínas que en carnes y pescados, evitando las consecuencias perjudiciales que estos acarrean para la salud.

Si se desea añadir el consumo de huevos y leche animal, resultaría conveniente averiguar la procedencia de los mismos. Existe, lógicamente, una gran diferencia entre los productos naturales o de corral y los de enormes granjas industrializadas, siendo estos últimos los que sin duda encontramos siempre en supermercados, aunque se especifique lo contrario en ciertos productos. Por otra parte, la leche de soja, actualmente comercializada con calcio, puede cumplir bien las veces tanto a nivel gastronómico como alimenticio.

Además, de la alimentación no se deben ignorar otros hábitos que, por otra parte, suelen ser habituales. Es el caso del tiempo que se le dedica a ciertos espacios televisivos. Aunque el abuso de tiempos prolongados invertidos en ver la televisión afecta de manera notable en la reducción del cociente de energía, simplemente por el desgaste que conlleva estar algunas horas delante la misma, la selección de programas que evoquen violencia, destrucción, crisis, fatalismos y, en definitiva, limitación, como es el caso claro de noticiarios y algunas películas, además de procurarnos este mismo enfoque, conseguirán que se equipare el bajo nivel vibratorio que poseen estas programaciones con el del espectador adicto a ellas, por pura transferencia energética entre ambos, con el retroceso energético que esto supone.

Por el contrario, otras prácticas, como permanecer en lugares en plena naturaleza o en zonas verdes amplias, paseando, haciendo algo de deporte, realizando oración o relajación interior, o tomando baños de sol en la primera y última hora del día cuando los rayos solares son aún suaves, permitirán, por ejemplo, que se pueda sentir cada vez más el contacto directo con la Madre Tierra, que está viva y a la cual pertenecemos, y que, además de incorporar energía limpia y pura sin distorsión de ruido y masificación, si se realiza algún tipo de ejercicio físico, este pueda contribuir a que la energía en los cuerpos no se paralice y se esté moviendo, evitando que se paralice y acabe provocando alguna dolencia física.

El empleo de las palabras que asiduamente utilizamos, el tipo de conversaciones en los que podemos estar involucrados, las directrices y naturaleza de las actividades que normalmente desempeñamos, sin considerar ya adicciones convencionales como el tabaco, el alcohol y otras sustancias de efectos tremendamente perjudiciales, constituyen, sin ir más lejos, el conjunto de funciones y pautas que afectarán principalmente de forma directa a nuestros cocientes de luz y energía, y que debemos revisar y cuidar de forma especial y con detenimiento para conseguir mantener un estado saludable, abierto y consciente en este tiempo de cambio de final ciclo en el planeta.



Extracto de 2012 EL CAMBIO DEL AMOR
LIBRO DE LA AUTOMAESTRÍA

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