sábado, 16 de mayo de 2020

Querer mantenerse sanos es muy revolucionario.



La imagen puede contener: personas sentadas, calzado y exterior
Farmacias abiertas 24h y parques y jardines precintados. Esto nos cuenta mucho del concepto de Salud que prevalece en esta cultura.
Un concepto de salud paternalista y codiciosa, por el que asumimos que es el otro el que “me protege” y no soy yo quien me sano, me autorregulo y me equilibro.
Que hemos crecido de la mano de papá Estado y nos hemos enamorado de nuestro marido Capitalismo, que tanto bienestar superficial nos otorga, para no hacernos cargo con madurez de lo que nos toca: abrazar nuestra verdadera y única forma de autogestión.
Qué malo habrá en que una persona se siente en un banco a tomar el sol?
Qué malo habrá en que podamos tomarnos baños de agua salada en el mar?
Qué enfermedad hay detrás de reprimir el deseo natural de bienestar?
Siempre que me hago esta pregunta me viene el libro de Alice Miller “Por tu propio bien” con toda la justificación de una pedagogía alienante que enferma y cómo detrás de todos los mandatos del bueno y malo, correcto o incorrecto, hay una "sugerencia" más que autoritaria de declinar tu bienestar en pos de adaptarte al canon establecido de eso: lo bueno y lo malo, siendo conceptos taaann subjetivos (si es que existen).
Y entonces seguir el impulso natural de bienestar, equilibrio y salud se convierte en una desobediencia SANA a lo establecido. Una exposición al castigo social, a la presión de tu vecino y al juicio de tu comunidad es el el precio que pagamos por nuestro bienestar... Así es cómo triunfan a través de la exclusión este tipo de sistemas fratricidas.
Cuándo fue la última vez que alguien que ejercía su derecho autónomo de salud te inspiró?
Cuándo fue la última vez que ejerciste este derecho sin miedo al qué dirán?
Cómo te sentiste?
Desobedecer en estos términos empodera, sana, restaura.
La comunidad científica se ha corrompido a base de dinero. Hace muchos años escribí un artículo para una revista científica y me lo robó mi profesora… Ella se llevó los galardones con mis propias palabras, con mis horas de investigación y mi pasión por dar a conocer algo tan importante para mí, algo que daba sentido a mi carrera. Yo, novata de mí, me enteré mucho tiempo después… Pero me quedó clarísimo que si así funcionaba a pequeña escala, cómo no iba funcionar en las altas esferas donde hay guerras de intereses por las patentes.
Precintar un banco es un atentado contra nuestro deseo de autorregulación y a mí me deja entrever cuán gigante es la intención de mantenernos enfermas. La industria farmacéutica es la única que jamás ha registrado pérdidas y no para de crecer y crecer, de fagocitar saberes y censurar estudios con descubrimientos poco rentables.
Investiguemos, hagamos caso a esa vocecita que está más allá del miedo y no perdamos la coherencia interna.
Mantenernos independientemente sanos empieza a ser algo muy revolucionario.

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