miércoles, 24 de enero de 2018

Ejercicios para recordar que aún no estamos muertos

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Blackie Books publica '101 experiencias de filosofía cotidiana' del pensador Roger-Pol Droit 

Blackie Books publica en España el éxito editorial de Roger-Pol Droit (París, 1949), 101 experiencias de filosofía cotidiana , que, mediante simples propuestas, pretende “enfocar críticamente el pensamiento”. Se trata de un centenar de sencillos ejercicios –como telefonear al azar o quitarle el sonido a la tele- que buscan zarandear la cotidianidad y poner a prueba las certezas automatizadas.
Para el investigador, colaborador de Le Monde y autor de obras como Las religiones explicadas a mi hija, “la filosofía no consiste solamente en descubrir ideas, sino en ponerlas a prueba”. Lo que hace con este libro el profesor es proponer una serie de juegos para desencadenar el asombro, y para que el lector sea capaz de dibujar otros mundos posibles. Si el impulso y la inercia mueven nuestro día a día, Roger-Pol Droit lanza hipótesis (que el mundo es una ilusión o que la ternura sea el único horizonte) para fomentar acontecimientos que nos saquen de nuestra zona de confort.
A medio camino entre la filosofía práctica y la autoayuda, el libro que publica Blackie Books es, sobre todo, un divertimento. Un divertimento, exquisitamente ilustrado por Olga Capdevila, que sugiere preguntarse por lo esencial desde lo más ligero. Así, cada ejercicio va acompañado, como si fuera una receta, por el período de duración, el material necesario y el efecto deseado.
Abre el volumen una propuesta tan loca como sugerente: llamarse a uno mismo, para comprender el inestable equilibrio entre el interior y el exterior. Llamar y escuchar. Luego nos piden que vaciemos una palabra de sentido, viendo de este modo la fragilidad del lazo que hay entre el significante y el significado, o que recuperemos la noción de cuerpo, de existencia, provocándonos un pequeño dolor a través de un pellizco o arrancándonos un pelo. ¿A partir de cuántos pelos menos se queda uno calvo? ¿Cuál es la frontera exacta? ¿La identidad no se forma, también, sin delimitaciones precisas?
El teatro es una pieza fundamental en los ejercicios. Hay que resetearse para dejar de identificarnos con nuestro rol habitual (no somos, únicamente, la profesión que realizamos). Ejercicios como hacer el animal –maúlla, cacarea, bala, relincha y muge- pueden servir como potentes antidepresivos naturales.
¿Y si cogemos el metro sin rumbo fijo? ¿Por qué no desinstrumentalizamos los transportes? ¿Por qué todo lo que hacemos tiene que ser útil y planificado?
De todos modos, las experiencias más interesantes responden, en realidad, a una actualización del tópico latino Memento mori . O sea, “recuerda que morirás”. Acordarse de la fugacidad de la vida, de su indomable delicadez, nos permite paradójicamente vivir más intensamente. Sin caer en las trampas de la rutina.
En un capítulo, el filósofo nos pide directamente que imaginemos que nos morimos (duración del ejercicio: de cinco a diez minutos). Dibujamos mentalmente nuestro cadáver, nuestro entierro, el esqueleto. En la misma línea, otro ejercicio consiste en correr por un cementerio. “Al principio sientes una especie de incomodidad persistente…”, advierte. Pero luego notas la sangre caliente en las venas, un corazón que late. “Ellos ya no saben nada de todo esto”, sentencia Droit.
Y nosotros, seguramente, lo olvidamos con demasiada frecuencia.
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