Si en lugar de trabajar conscientemente sobre el cuerpo, uno lo hace mecánicamente, se obtienen ciertos beneficios somáticos, pero no se consigue el alcance que pretende el yoga sobre las energías y la mente a través del cuerpo.
El cuerpo es por un lado una fuente de placer y, por otro, de malestar. Pero el cuerpo, de acuerdo al yoga, es un medio idóneo para entrenar metódicamente la atención, unificar e intensificar la consciencia, interiorizarse, pacificar las emociones y calmar la mente. Es por esta razón que la práctica de los asanas se puede convertir en una meditación a través del cuerpo. Para ello hay que evitar las distracciones mentales y tomar consciencia del esquema corporal y de las sensaciones que se producen, tratando, como decían los antiguos textos hindúes, de “cavar” en el cuerpo, es decir, sentirlo y, a través del mismo y de la respiración, interiorizarse y conseguir el pratyahara (máxima introspección, retirándose de los órganos sensoriales). El cuerpo se convierte en un soporte meditativo.
En el verdadero hatha-yoga las posturas se detienen un tiempo determinado para poder incrementar la consciencia del cuerpo e interiorizarse. El asana se siente por fuera y por dentro. La inmovilidad del cuerpo conduce a la de la mente. Pero, además, al trabajar sobre el cuerpo físico tambien se está haciéndolo sobre el energético. El cuerpo se torna como una silueta que nos ayuda asimismo a estabilizar la mente.
El trabajo consciente sobre el cuerpo es yoga; el trabajo mecánico sobre el cuerpo para envanecerse ganando una llamativa flexibilidad y afirmar el ego, es yoguismo. En mi “Autobiografía Espiritual” confieso como cada día valoro más el trabajo consciente sobre el cuerpo, porque nos permite cultivar la atención mental pura e interiorizarnos para conectar con la presencia de ser.

El asana aporta sangre a las diferentes partes del cuerpo, dota de elasticidad al aparato locomotor, estira y revitaliza músculos y nervios, aumenta la capacidad de resistencia y rendimiento del cuerpo, equilibra el funcionamiento glandular, ejerce masaje sobre los órganos y vísceras, seda el sistema nervioso e induce a la relajación profunda; pero sobre todo ayuda a estabilizar la mente y a obtener paz interior.
En la fotografía aparezco con mi buen amigo y alumno José Pazó, japonólogo, escritor y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, así como codirector, con Juan Betancor, del documental “Viaje a los Adentros, Ramiro Calle”.
 
Ramiro Calle
Director del centro Shadak